DEL CABUS, LECHEROS Y BIDEN 

*Y cuando despertaron, Estados Unidos era otro. Camelot 

 

DEL CABUS, LECHEROS Y BIDEN

 

Mientras el mundo veía absorto la llegada de Papá Biden, cuyos primeros decretos nos lleva en el carrusel de la alegría, cuando Trump nos llevaba en el vagón del cabús. Paréntesis. (El vagón llamado Cabús en los trenes, existen y van al final, como soy de tierra ferrocarrilera, Tierra Blanca, pregunto a Google para qué demonios sirve el cabús, y me dice que, en los trenes de carga va a la cola del convoy, y que se caracteriza por su forma, en la que destaca una especie de mirador sobre el techo; sirve como oficina y lugar de trabajo administrativo, de descanso, de los tripulantes del tren, espero que algún paisano cuenqueño me avale ese decir). Biden da respiro a los dreamers, y los jóvenes mexicanos brincaron de alegría, es mas, aquellos que se terminen graduando allí jamás podrán ser deportados. Claro, hay que estar muy pendientes porque si el vengador solitario, Donald Trump, regresa en cuatro años con la venganza y la guadaña mortal, hay que agarrarse confesados. También mandó a la burguer al Muro y a que México le haya servido de guardería, cuando le metió dos calambres a AMLO, que no los aguantó. Pero estaba con Obama. He terminado de leer su libro, ‘Una tierra prometida, donde el primer afroamericano que gobernó ese país, que ahora tiene una vicepresidenta afroamericana y con raíces asiáticas, en un libro de casi mil páginas, da cuenta de su primera administración, la de los primeros cuatro años. Me desvelé hasta las cinco de la madrugada, tiempo de los viejos lecheros, cuando se levantaban y en su cuaco (Caballo), se ponían su sombrero, algunas veces cubierto de plástico por si les llovía, sus pantalones jeans y sus botines, algunos con espuelas para animar al caballo a caminar. O ellos mismos se levantaban muy temprano a la ordeña o lo hacia algún familiar, pero a las 6 de la mañana ya tomaban camino y si les llovía, esa lluvia los bendecía, porque abrían los peroles y el agua comenzaba  darles un poco más de ganancias. Eran estampas pueblerinas que el mismo Goya captó en sus cuadros, cuando dibujó uno de una lechera, llamado La lechera de Burdeos, porque estaba exiliado en Francia. Pero lecheros ha habido en todo el mundo. Ya no los hay, es raro ver a alguno y si reparten la leche las llevan en las camionetas o algunos en motos. Lala, Carnation, Alpura, San Marcos, Nestlé y los supermercados hicieron desaparecer a nuestros vaqueros lecheros. Lo único bueno es que los quesos todavía están elaborados por manos veracruzanas, en Capulines, por La Tinaja, hacen los mejores del mundo, los de hebra y jarocho y a veces hasta el panela, que no sabe a nada y los médicos y dietistas lo recetan para los enfermos, por aquello de los lácteos. Otro lugar donde compro es aquí en Orizaba,  a un vendedor callejero que los trae de Cañada Morelos, arribita de Acultzingo. Extraordinarios.

 

EL LIBRO DE OBAMA

 

Terminé el libro de Barack Obama, con el relato de cuando atraparon y liquidaron a Osama Bin Laden. Cuya historia se pudo ver en la cinta ‘La noche más oscura’, que tiene por ahí Netflix. Cuenta Obama los tiempos de cómo lo fueron encontrando y acorralando. Y que, al morir asesinado, lo cubrieron siguiendo la tradición musulmana y lo arrojaron al agua, para que no hubiera santuarios donde ir a rezarle. También tuvo en sus manos las fotos de su cuerpo, pero dio la orden de que jamás se pudieran exhibir, por respeto. Antes de dar la noticia al mundo, llamó a George Bush, cuya presidencia estaba en el tiempo del ataque a Las Torres Gemelas y al Pentágono, y a Bill Clinton, para informarles. Al otro día, lloroso comentaba que una niña le envió un correo electrónico a la Casa Blanca, donde le agradecía que no se hayan olvidado de su padre, que fue muerto en las torres, y que se acordaba, a sus 4 años, cuando el papá les llamó desde el teléfono para despedirse. Cinco días después Obama fue a Nueva York, al sitio donde rinden memoria a esos caídos. Invitaron a esa jovencita ahora de 14 años. Cuando vio al presidente, ella se acercó llorando. Obama la consoló. Al final, ella le pidió un favor. Quería conocer a Justin Biber, el presidente le dijo que diera por hecho esa petición. Y llegó a conocerlo.

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