UNA NOCHE EN MIAMI 

*El momento siempre es ahora. Camelot. 

 

UNA NOCHE EN MIAMI

 

En tiempo de pandemia, cuando el huamachito no florece y la soga, etcétera, uno se la vive entre la tele y las cintas y los deportes de fin de semana, sea el soccer o el americano o la liga española o la italiana para ver a Chucky Lozano y a Cristiano Ronaldo, ahora el mejor del mundo, o el basquetbol cuando se puede. Mientras se filtran los papeles del general Cienfuegos, que si tiene quien le defienda, husmeando en Rocku encontré un estreno, ‘Una noche en Miami’, de la directora de color, Regina King. Relata el suceso cuando en Miami, Cassius Clay gana la pelea a Sony Liston y se reúnen en un cuarto de motel propio para negros, el Hampton House. Allí están en la historia Malcom X, el cantante Sam Cooke, el futbolista americano, Jim Brown y el propio boxeador. Hay algo de ficción en ella, porque Sam Cooke no aparece en la foto original, que tomó Malcom X en un bar. Anoche terminé de verla, es la historia de ese día cuando esos cuatro negros, en tiempos del KKK y de la persecución a esa gente de color, discuten en el cuarto de motel de cómo llevarán su vida, ahora que los cuatro eran famosos, uno en el box, otro en la música, el tercero en el futbol americano y el cuarto luchando por los Derechos Civiles. Al año de ese encuentro, donde Malcom X le reclama a Sam Cooke, el por qué no había escrito él aquella rola que sonó como himno mundial, ‘La respuesta está en el viento’, que nació del coco de Bob Dylan, y le refrescó esa primera frase: “Cuántos caminos, hay que recorrer, para del descanso, saber

Y cuantos mares, hay que navegar, para a una playa, llegar”. Sam pensó mucho ese comentario y tiempo después creó otro gran éxito: “Un cambio va a venir” (A change is gonna come).

 

AQUELLOS CRIMENES

 

Ambos, Sam y Malcom X fueron asesinados un año después, en crímenes muy sospechosos. El de Malcom, tiroteado cuando daba un discurso, por gente suya, los afroamericanos. El de Sam, cuando en un motel la dueña le asestó tres tiros, porque, según ella, la había amenazado. En el féretro, su amigo Mohamed Ali dijo que si hubieran asesinado a Elvis Presley o a uno de los Beatles la policía seguro indagaba bien, pero como era un negro, ahí la dejaban. Apenas asomaba Martin Luther King en ese espacio. Y Cassius Clay cambiaba el nombre al musulmán Mohamed Ali. Jim Brown dejó al futbol y quiso hacerse artista de Hollywood, tiempo después apareció como amigo personal de Bobby Kennedy, a quien cuidaba cuando lo asesinaron en el hotel Embassador de Los Ángeles, California. Piqué Wikipedia, que cumple 20 años como una página que no cobra ni tiene patrocinios, y me mandó a Netflix, donde está la cinta ‘Los dos crímenes a Sam Cooke’, terminé de verla anoche cuando me dieron las diez, y la una y las dos y las tres, para entender la corta vida de ese cantante que ya, en su tiempo de 1960, lograba vender un millón de copias por disco. Cuentan que la cinta va rumbo al Oscar de la Academia y es un suceso del racismo, en aquellos tiempos cuando Cassius Clay irrumpía como el más grande boxeador de esa época y de todos los tiempos. Y sus tres amigos en la palestra de éxito.

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