Porque el orden no es indignidad

Por: José muñoz cota

(In Memoriam)

 

Tanto el que manda como el que obedece, fuera de su espontánea voluntad, fuera del ejercicio del amor que condesciende, que se entrega, que coopera jubilosamente tanto el que ejerce autoridad como el que padece sumisión, mutilan su dignidad humana.

La coexistencia pacífica -de la que tanto se ha abusa do en la propaganda- no puede significar coexistencia en la indignidad, sino coexistencia en el amor. Amor es paz. Amor es paz creadora. No la paz de los panteones, la paz de los nidales.

Coexisten los que se aman. La solidaridad es la expresión social del amor. El amor manifestado sociológicamente se llama solidaridad, pero siempre concluye en la fórmula suprema de la existencia: vivir en armonía.

Toda forma de dictadura -la dictadura tiene su génesis en el más elemental orden- engendra pérdida de la personalidad. Presupone superioridad racial, intelectual, moral, espiritual, de quien manda y acepta inferioridad, en igual proporción, de quien obedece.

Los dos lesionan el tesoro de la dignidad humana. Vivir indignamente es vivir, eso sí, en angustia.