ANGUSTIA DE PARTIDO

POR JOSÉ MUÑOZ COTA

(In Memoriam)

 

El siervo es del señor, el esclavo del dueño, el criado del amo, y así, indefinidamente.

En tanto un ser humano es de algo o de alguien, en la medida en que le pertenece, en esa medida pierde libertad; ya no es él, íntegramente, sino parte de la propiedad exclusiva de otro ser, forma parte de su patrimonio, de su pertenencia.

Ser de alguien es renunciar a los fueros naturales de la personalidad; dejar de ser uno mismo para penetrar al dominio de otro; mismo que, por el derecho de propiedad, puede disponer a su albedrio del individuo o de la cosa poseídos.

El hombre vive con otros hombres en comunidad; pero esto no significa, en el último de los casos, otra cosa más sino que el hombre vive espontáneamente, en interdependencia, solidariamente, con apoyo mutuo, en relación con otros hombres, pero no que el hombre dependa de otros hombres en forma sumisa, obediente, servil, cumpliendo la jerarquía que se impone entre el que manda y el que obedece.

Ahora bien, probablemente el hombre aislado, individual, único, tuvo frente al peligro que unirse a otro hombre, otros hombres, para juntos desarrollar mayor esfuerzo, mejor defensa, más completa y eficaz iniciativa; pero no lo hizo con las rodillas dobladas sino de pie, como expresión de su voluntad libre, en armonía con otros varones también de pie y también en uso y ejercicio de su dignidad. No se trata de una renuncia a la personalidad, a la individualidad, a la integridad del ser, sino más bien de un acuerdo tácito para apoyarse mutuamente en la diaria lucha.

Los males principian, según gráfica expresión de Ricardo, cuando aparecen en el escenario tres personajes odiosos: el que dijo: esto es mío, el que gritó: obedéceme; y el que poniendo los ojos en el cielo musitó hipócritamente: soy el enviado de Dios.

Teóricamente, un partido político es una reunión de hombres unidos por un mismo programa, por idénticos principios, sujetos a una disciplina partidista que se deriva de una común táctica de lucha, todo ello encaminado a conquistar o conservar el poder político y con él los privilegios de la autoridad y del mando.

Es obvio que cada ciudadano, por el solo hecho de afiliarse a un partido -síntesis ideológica, emocional, voluntarista- renuncia a sus características personales en la proporción en que se compromete a convivir con ideas comunes, propósitos iguales, y sistemas idénticos.

Es decir, cada partido tiene su idea, su emoción, su voluntad, su conducta, sus juicios de valor, en suma, su filosofía.

Quien se adhiere a un partido se compromete a vivir de acuerdo con los estatutos y reglamentos del partido; no puede diferir, so pena de romper la disciplina, entrar al territorio de los herejes, hacer gala de protestante y poner el cuello para que el verdugo descargue el hacha de las sanciones, los castigos, la explusión, la guillotina, la horca, la hoguera o el paredón, para los renegados, los tránsfugas, los traidores, los violadores a la “férrea disciplina que implica todo partido”.