Pandemia, niños y adolescentes / GILBERTO NIETO AGUILAR

La sociedad está consciente de que la pandemia ha cambiado la vida de los niños, niñas y adolescentes. Sin ir a la escuela o salir al parque a jugar, practicar algún deporte, ir al cine o reunirse con sus amigos allegados, corren el riesgo de caer en el estrés y la ansiedad, sobre todo si las relaciones familiares no son compensatorias. Pero la escuela es la última actividad que se reanudará después de que el país esté en el semáforo verde, con las restricciones que determine la autoridad.

La escuela es un foco potencial de contagios y es por ello que en el mundo las clases presenciales están suspendidas. No ocurre lo mismo en un centro de trabajo a donde concurren adultos responsables y la empresa puede exigir el cumplimiento estricto de las reglas sanitarias como guardar la sana distancia, usar cubreboca y careta, lavarse las manos de continuo.

Con los niños y adolescentes no es así. Son confiados, distraídos y disfrutan no respetando normas de autoridad. Además, la escuela concentra cientos de estudiantes y los reúne en aulas de 30 y hasta 50 alumnos, cercanos unos de otros. Esos alumnos llegan de diferentes partes de la ciudad y la región, con distintos hábitos de higiene y diversas costumbres. Llegan, traen de sus casas y luego llevan de la escuela. Todos los días el mismo intercambio.

Ante la suspensión necesaria en el aula y el trabajo en casa, algunos países no tienen las posibilidades de trabajar las lecciones a distancia y es lamentable que toda actividad escolar haya quedado en receso, pues quedó demostrado que los países que intentaron reanudar las clases en el aula tuvieron que retroceder con funestos resultados.

Muchos países hacen su esfuerzo. Por ejemplo, en Sierra Leona se aprovechó la experiencia de la crisis del ébola en 2014 para establecer los programas educativos por medio de radios portátiles distribuidos en todo el país. Durante el Covid-19, la Comisión de Servicios Docentes recurrió a tal experiencia para lanzar un programa de radio educativo inmediatamente después del cierre de las escuelas. Su conclusión fue que «con el maestro adecuado, en el entorno adecuado, el aprendizaje puede tener lugar».

México cuenta con la transmisión televisada en casi todo el país y con la radio para las familias que no tienen conectividad a Internet y no cuentan con televisores. Un gran número de alumnos se conectan a las redes y al Internet para estar en contacto con sus profesores y dar lugar a los aprendizajes, echando a andar el entramado jurídico de la certificación y la acreditación.

La UNICEF publicó un documento sobre “Educación en tiempos de Covid-19” para orientar a maestros y padres de familia en los aprendizajes de los educandos (https://www.unicef.org/mexico/). En un país como el nuestro, tan dado a comentarios cáusticos y a veces carentes de sentido, se provoca con ello la desorientación y la mala información.

Los maestros de Veracruz –y sin duda, del país– reconocen el esfuerzo y la dedicación de mamás y papás para apoyar a sus hijos en las tareas escolares y el aprendizaje a distancia. El que estén pendientes de que los hijos realicen las actividades escolares es ya una gran labor, que evita la divagación y la distracción de niños y adolescentes.

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