Por: José Muñoz Cota
(In Memoriam)
Bienaventurado el varón que no ha perdido la duda, porque él continúa buscando.
Si ahora, yo creyese en todo, lo del cielo y lo de la tierra, ¿qué buscaría yo? ¿Cuál sería el móvil, incentivo supremo del esfuerzo humano?
Dudo, luego inquiero, escudriño, buceo en el aire como en mi corazón; y me acuesto pensando: tal vez mañana se cumpla al fin el encuentro y duermo sueños esperanzados.
La duda es aguijón que obliga mis pasos. Si ya tuviera la respuesta ya no preguntaría.
Estoy frente a la puerta, si ya se hubiera abierto, habrían visto mis ojos, mis oídos escuchado la palabra esperada.
Pero no sé si hay algo atrás de la puerta y es tan vigorosa mi duda que, pese a la incertidumbre, seguiré llamando y llamando hasta que penetre a la Tierra Prometida.