En el Distrito Federal de antaño, hoy CDMX, cuando en los cines de la ciudad se interrumpía la proyección o la imagen “brincaba” desde la “gayola” se oían gritos de “¡cácaro! Acompañados de chiflidos recordatorios del 10 de mayo dirigidos a quien manejaba el proyector de la película. En los cines del centro de la ciudad y las colonias el programa era de permanencia voluntaria y en los intermedios se vendían muéganos, chicles, chocolates, cacahuates, etc. Tiempos de un México ya desaparecido, de cuando gobernaba un regente y se hablaba mucho del “pueblo”. Aunque viéndolo bien, en ese sentido todo sigue igual, la clase política no cambia solo vela por sus intereses de grupo y ha vuelto a ese cuento del “gobierno para el pueblo”. Así decían, así dicen.