EL FUERO NO SIGNIFICA IMPUNIDAD / JOSÉ MUÑOZ COTA

 EL FUERO NO SIGNIFICA IMPUNIDAD

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA

Una serie de circunstancias que se encadenan, ponen siempre al descubierto la corrupción social.

¿Cuándo se desterrará la corrupción de nuestro medio social?

Porque no se trata de castigar a un individuo que ha incurrido  en un enriquecimiento ilícito, sino evaluar las causas y enunciar los remedios inmediatos.

Para erradicar la corrupción –meta más o menos lejana- hay dos maneras de hacerlo: aplicación estricta, sin contemplaciones, de la ley y aplicación social de las normas morales que, en este caso, deben ser inflexibles.

Quiero decir que en el ámbito de la corrupción social no caben los recursos legales que bien pueden invocarse, sino un criterio austero de salud pública.

La fruta podrida –dicen las fabulas- hace más daño que la carencia de fruta. La corrupción produce la simbólica impresión de una poderosa red que se va extendiendo hasta envolverlo todo.

Constituye una estructura casi perfecta: un juego de intereses creados, de complicidades objetivas, pero también de complicidades subjetivas.

Unos emplean el disimulo porque son parte, más o menos lejana, de los cuantiosos beneficios de la corrupción y otros, son cómplices tácitos, en cuanto la toleran por lazos afectivos, compadrazgos, vínculos familiares, y hasta esa cosa rara que podría llamarse solidaridad de grupo.

El pueblo está francamente cansado y asqueado de la corrupción existente entre funcionarios y representantes oficiales.

Esto de los intereses creados constituye toda una filosofía. Benavente la interpretó y la llevo a escena en su famosa comedia “Los Intereses Creados”. La vida cotidiana se desenvuelve en función de esta fuerza, de este mecanismo ingenioso.

La corrupción va solidificando una especie de cadena en donde los eslabones ya no son independientes de ninguna manera; dependen de los otros eslabones y así, la corrupción se sostiene automáticamente.

 

Por eso la corrupción adquiere sus jerarquías: va de abajo hacia arriba o bien, viene de arriba hacia abajo, de tal modo que se cuenta con un sistema escalonado de tapaduras y disimulos que las autoridades, cuando intentan romper este armazón, se encuentran con muros tan altos, que ahí se detiene la marcha de la justicia.

No es solo el dinero –poderoso caballero es don dinero-, es también el poder, los santones del poder, quienes extienden sus mantos sagrados para ocultar a los corruptos que han sido descubiertos.

Pero, ¿Cómo se puede identificar a estos bichos corruptos explotadores del pueblo, puesto que robar al pueblo y practicar la corrupción es lo mismo?

Para los legalistas es requisito indispensable que alguien que presente una denuncia la acompañe de pruebas, porque de otro modo la denuncia sin pruebas son palabras perdidas.

Este criterio no es –en el campo de la moral- austeramente cierto. Hay un fenómeno sociológico que se llama opinión pública; hay la circunstancia de que no es difícil ubicar a quienes ejercen las malas artes para enriquecerse ilícitamente, que corrompen los principios éticos de una administración honrada y es vox populi, solo las autoridades no quieren ver la corrupción reinante y exigen pruebas.

Analicemos este punto de vista: bastaría ver cómo llegan a ocupar un puesto ciertas gentes, y como nadan en dinero cuando termina su gestión administrativa. Nos bastaría ver y constatar sus bienes. Estos bienes acumulados en forma grotesca, pudieran ser obra de sus negocios, pero las normas morales proclaman que nadie tiene derecho a hacer negocios, mientras ocupe puestos gubernamentales, porque entonces sus negocios entran al capítulo de los actos corruptos en que se abusa del poder para implantar sistemas de enriquecimientos ilícito  que van desde la sórdida mordida, hasta las grandes comisiones y sobornos, que la opinión publica conoce y de lo que se habla.

La verdad es que economizando todo el sueldo –suponiendo que no se tuvieran gastos de casa, servidumbre, etc.- nadie se podría hacer rico al nivel de los nuevos ricos que abundan.

Los funcionarios de todos los niveles deben vivir en casa de cristal.

El fuero, ya se ha dicho, no debe ser impunidad. Es acaso medida que salvaguarde la vida y la libertad de un legislador que pudiera ser objeto de presiones extremas.

Por ultimo: La Procuraduría tiene la obligación de investigar y perseguir los casos de corrupción.