El diputado Gerardo Fernández Noroña debe tener su encanto oculto o muchísima capacidad de convencimiento como para haber inducido a la dirigencia del Partido del Trabajo a que lo apoyara en la aventura de buscar la presidencia de la Cámara de diputados. Aunque quizás el PT oteó circunstancias propicias para que uno de los suyos presidiera esa Cámara, pero se equivocó de candidato. Porque no escapa a la observación que Fernández Noroña es un político atrabiliario y ocurrente, que hubiera convertido esa oportunidad en un pandemónium al interior de la Cámara legisladora. Lo demuestra su explosión retórica: “Yo soy presidente de la Cámara en el corazón de México y con eso me basta, con eso me siento muy orgulloso, estoy en el corazón de la gente, estoy en su respaldo, estoy en su presencia, estoy en sus pensamientos, estoy en sus oraciones…”. Es solo un botón de muestra.