Dice un refrán popular que “en boca cerrada no entran moscas”, nos sirve para referir el caso del presidente López Obrador en cuyas mañaneras realiza afirmaciones de toda naturaleza, muchas de las cuales por su número e intención resultan ajenas a la realidad. No es por emular a Nikito Nipongo, aquel genio de la filigrana idiomática de la ya legendaria revista Siempre y del Excélsior, pero es reeditable por las muchas perlas en el aserto presidencial. Por caso, recientemente aseveró no haber hablado con el Fiscal en muchos meses, pero en una mañanera de junio aseguró lo contrario; ahora mismo promueve la rifa desde un avión que “vamos a rifar”, pero ese avión no se rifa y quienes tenga boleto ganador no serán sus dueños. Ha afirmado que los niños no son susceptibles al contagio de Covid-19, sin embargo las estadísticas registran muertes de infantes por esa enfermedad. Ayer habló sobre avances en la investigación de la masacre contra la familia LeBaron, pero el vocero de ésta pronto lo puso en duda. Acaso a esto se debe el que los sabios ponderen y aquilaten las ventajas del silencio sobre el ruidoso estruendo de los discursos.