LIONEL MESSI (AQUEL DEBUT) 

«Si alguna vez te tumban, no te hagas el héroe y te levantes corriendo. Aguanta la cuenta», era lo que le gritaba a Rocky Marciano su entrenador, Charley Goldman. Camelot. 

 

LIONEL MESSI (AQUEL DEBUT)

 

Estos ojos vieron el debut de Messi en el Barcelona. Narro la historia que algún día he narrado, un día lejano del 24 de agosto de 2005, baboseando por Barcelona, frente a la misma iglesia de la Sagrada Familia, de Gaudí, se encuentra una tienda oficial con uniformes del equipo campeón de Europa.

Allí andaba merodeando y fisgoneando, cuando un señor jubilado nos preguntó si no iríamos a ver el juego de ese día. La verdad, ni sabía que jugaban, el día se iba entre paseos por Las Ramblas, La Pedrera y su Barrio Gótico. Ya no entré a la Sagrada Familia, tomé un taxi y me fui al Estadio Camp Nou. Ahora lo rememoro porque tengo a la mano el boleto de aquel juego, que suelo guardar de todo donde ando jiribilloso. Hice la fila, y por 65 euros cada boleto, tomé el par de billetes para ese juego nocturno. Año con año, por el mes de agosto, el Barcelona celebra un juego preliminar a la Liga. “La festa del Gamper”, le llaman en homenaje a uno de sus presidentes queridos, Joan Gamper. Les sirve el partido para presentar a las nuevas contrataciones y al club que será el titular de la Liga.

Mi interés era doble, porque Rafa Márquez alinearía y derrochaba su magia mexicana por esas canchas. Además, el rival no era cualquier perita en dulce, se enfrentarían al Juventus italiano, la Juve, como le llaman los tifossis.

La localidad era perrona, estaba tan cerca que se podía oír el dialogo que tiran en el campo y las patadas que a veces hacen crujir los huesos. La perrada, en las alturas, tiran porras a lo bestia y sin piedad. Como en Argentina, los tienen que separar, los de casa a una portería, los visitantes a otra, so riesgo de que a la salida se den con todo, puros killers. Era el 40 trofeo de esa serie, y el Barcelona comenzó su presentación como lo celebran los gringos, muy hollywoodense. Uno por uno desfilaban los nombres: Márquez, Puyol y el más picudo de todos en esa ocasión, Ronaldinho, que gambeteaba por doquier. Fue el último en presentarse, por lógica, las estrellas van al final.

Pero en ese juego alinearon a un chaparrito llamado Lionel Messi, un argentino que driblaba y traía locos a los rivales. La pulga, le llamaron poco después.

Ese juego amistoso lo perdió el Barca, en penaltis. Rafa Márquez falló uno, para corroborar esa vieja tesis de que a nosotros los mexicanos no se nos da eso de meter penaltis. El juego fue lo de menos. Era amistoso. Pero sirvió para que debutara el argentino Messi, y desde ese entonces hasta la fecha solo ha derrochado virtudes en la cancha y respeto de los rivales, reconocimientos de la FIFA, que año con año le dan el título de mejor jugador del mundo, reconocimiento de votación de periodistas deportivos de todo el planeta.

Dicen los que saben de estas cosas, que Messi no será grande entre los grandes -Pelé y Maradona, o Maradona y Pelé-, hasta que gane un Mundial. Y ahora, en un mes funesto de agosto de pandemia, le llegó esta debacle de 2-8 ante los alemanes del Bayern, que siempre dice la consigna que: Si es Bayern es bueno’, y solo por eso me acordé de aquel su debut. Un 24 de agosto de 2005, presente lo tengo yo. Un día después de ese juego, encontramos cenando en el hotel ART de Barcelona, a Rafa Márquez, una de nuestras glorias, pero esa es otra historia.

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