EL LIBRO DEL ASESINATO 

*La distancia es como el viento, dicen. Camelot. 

 

EL LIBRO DEL ASESINATO

 

A la mitad del libro, que leo en la maldita pandemia, del asesinato del político Gilberto Flores Muñoz, cuando el nieto lo mató a machetazos, sobrevienen anécdotas contadas por Vicente Leñero. Al principio, casi unas 50 páginas, relata de los diarios nacionales los incidentes que se fueron dando, las protestas contra las policías y el desenlace. Luego, lleva el caso del abuelo muerto a los tiempos de la política, cuando Adolfo Ruiz Cortines era presidente, el hombre veracruzano que gustaba jugar el dominó y te ahorcaba la mula de seises, aquel contador público jarocho, tenedor de libros que dejó un catálogo de marrullerías en la presidencia, la cual gozó como pocos. Hay tantas anécdotas de Ruiz Cortines, como aquella del compadre que fue a verlo, de un pueblo veracruzano, pues quería ser candidato a diputado federal. El presidente le dio el visto bueno y a los pocos días, cuando el compadre no fue nominado, fue a verlo y el presidente le dijo a secas: “Compadre, nos chingaron, perdimos”. Punto final.

 

LOS TAPADOS

 

Del Portal Al momento.noticiasmx. “Abundan decires de cómo manejó Ruiz Cortines a los tapados: Ignacio Morones Prieto, secretario de Salubridad; Antonio Carrillo Flores, de Hacienda; Gilberto Flores Muñoz, de Agricultura; Adolfo López Mateos, del Trabajo, y Ernesto P. Uruchurtu, jefe del Departamento del DF, para su sucesión. Rodrigo de Llano, director general de Excélsior, fan de Flores Muñoz se aceleró indebidamente, pues como director del mejor diario del país no tenía por qué tomar partido, pues “el bueno” lo buscaría tras el destape. Próximo éste, De Llano visitó a ARC, y le soltó: señor Presidente, sé que no le gusta hablar de los gallos para sucederle; sólo le pido el favor de que me oriente sobre las cualidades de cada uno.

El Viejo se las olió, dio un repaso sobre los tapados: Carrillo Flores no puede ser, porque la gente rechaza a los cobrones (Hacienda). Cómo se parece Morones Prieto al Benemérito. Ernesto sería buen presidente los 12 primeros años. Sabedor de la inclinación de De Llano a Flores Muñoz, dijo: hay que cuidar mucho al Pollo (así le decía) para que aguante el paso.

Y olvidó referirse a López Mateos. Pero Don Rodrigo se lo mencionó. ¿No le parece que está muy joven?, preguntó Don Adolfo.

Tarde se le hacía al periodista salir de Palacio Nacional, y en cuanto halló un teléfono de alcancía (no había celulares) citó a Flores Muñoz a comer; no se contuvo y le dijo: ‘ya chingamos, compadre’. El sucesor fue Adolfo López Mateos, y como en jugada de dominó, engaño a todos.

Y su esposa, María Izaguirre lo ayudó a embelesar a los Flores Muñoz. Invitó a la señora Asunción Izquierdo de Flores Muñoz a visitar Los Pinos, le mostró la residencia e insinuó que pensara en los cambios posibles. Con eso el político nayarita confirmó que sería el sucesor.

Sabida fue la afición de ARC por el dominó. El Presidente llegó un día al bar del hotel Diligencias del puerto de Veracruz, y se puso a jugar con el dueño, su amigo. Como éste le ganó una mano, no cabía de gusto y le presumió: ‘Ya vio que soy mejor que usted en el dominó’.

‘Sí, pero eres muy mal político, cómo le ganas al Presidente’, ripostó el viejo. A quien llamaban viejo a su edad, que era de 63 años, viejos los que ahora nos gobiernan, puros setenta y ochentañeros. La gerontocracia en su esplendor.

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