MARILYN Y LOS KENNEDY

*No dejes que se olvide, que una vez hubo un lugar, que por un momento breve y brillante, fue conocido como Camelot.  

MARILYN Y LOS KENNEDY

En Pandemia uno va al archivo de libros y buscas los leídos y que gustaron. Fui por uno. Marilyn y JFK, de Francoise Forestier, periodista francés. El encanto del reinado de Camelot y la relación de los hermanos bostonianos con la bella Marilyn Monroe, es tema que seguirá escribiéndose durante años. La foto de la portada retrata a esa mujer que solía presumir dormir desnuda, sólo con una gota de perfume Chanell. El libro de 200 páginas se va como cuchillo ardiendo al rebanar mantequilla. Se desliza y uno descubre derroteros nuevos de aquella relación que terminó en tragedia, en suicidios y crímenes, pues los tres, Marilyn y los dos Kennedy, John y Robert, murieron en circunstancias muy parecidas a un complot de Estado. Ella con barbitúricos, como lo idearon oficialmente, los dos hermanos, bajo balas de una conspiración cuando el Estado se sublevó ante su rey y lo hizo caer herido de muerte, y luego al hermano, cuando ganaba las primarias electorales. El libro desvela la relación de los Kennedy con la mafia de Sam Giancana, los amores presidenciales, que fueron muchos y muy sonados y que ha hecho que aún, a estas alturas, analistas políticos se asombren del por qué se protegió al presidente en sus escándalos de alcobas. Bill Clinton hubiera soñado con aquellos años.

ESE INCIDENTE DEL WASHINGTON POST

El libro cuenta un incidente real, cuando Phill Graham, director y dueño del Washington post, el más poderoso del país, invitado a un seminario de la Asociated Press, con todos los santones del periodismo, allí, embriagado, con el alcohol saliendo de su piel se atrevió a tomar el micrófono y dijo: “Los periodistas son sucios cabrones inútiles”. Los contertulios tragaron gordo, solo se veían unos a los otros. Phil era el Papá mayor del periodismo, y no se le podía interrumpir, además, en su bagaje cargaba ser amigo de JFK, el presidente amado. A los empleados de la Asociated Press, donde era invitado, les dijo: “Los empleados de la Asociated Press, son parásitos sin vísceras”. Se podía oír en el salón el volar de una mosca. Luego pasó a los ataques personales: “Fulanito es idiota, menganito es un degenerado”. Va por la Casa Blanca, inflamado y lleno de hiel, suelta: “Por qué nadie ha dicho nada, JFK está todo el día empiernado con mujeres, y organiza orgías en su piscina, una de ellas mi amiga, una artista soberbia llamada Mary Pinchot Meyer”. Después, para gran estupefacción de los presentes, se desnuda. Cuando empieza a quitarse el pantalón, la mujer de un amigo se precipita hacia él y le quita el micrófono. Le ponen una camisa de fuerza y Phill Graham queda desactivado. JFK, informado, envía un avión de la presidencia, Air Force One 2, para transportar al loco. Se le encierra en un manicomio bajo tratamiento de dos psiquiatras. Tres meses más tarde, cuando vuelve a su casa para pasar el fin de semana, Phil Graham se disculpa ante su mujer: “Me porté mal”, dice escuchando un disco de Beethoven. Se encierra en el cuarto de baño, se sienta al borde de la bañera y se dispara en la barbilla un cartucho de caza calibre 28. No se volverá a hablar del discurso. La vida privada del presidente, por muy escandalosa que sea, era off the record.

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