El decálogo y las estampitas del Presidente / Alejandro Aguirre Guerrero

Al respecto…

 

Por Alejandro Aguirre Guerrero

 

El decálogo y las estampitas del Presidente

 

Según el recién anunciado decálogo del Presidente López Obrador, basta tener un camino definido hacia la espiritualidad, o bien, eliminar actitudes racistas, clasistas o sexistas, para contar con opciones que permitan, (a cualquier persona), evitar el Covid19 o afrontar la nueva realidad.

 

Seis de las diez recomendaciones de AMLO para afrontar la pandemia y sus consecuencias no tienen bases científicas: actuar con optimismo, dar la espalda al egoísmo, alejarse del consumismo, gozar de la naturaleza, ser espirituales y evitar la discriminación.

 

Las 4 restantes, aquellas que de verdad mejoran las condiciones de salud, rayan prácticamente en la lógica: mantenerse informados, alimentarse bien, hacer ejercicio y acatar medidas preventivas. Curiosamente en esta última se encuentra el uso de cubrebocas, mismo que hasta hace poco no recomendaban sus propios científicos.

 

Mientras escuchaba el decálogo de inmediato vino a mi mente aquella ocasión en que, sonriente y optimista, en una conferencia “mañanera”, AMLO sugirió usar amuletos o estampitas de santos para hacer frente al coronavirus; manejó que servían como “escudo proyector” ante la pandemia y otros males que aquejan al país.

 

“El escudo protector es la honestidad. Eso es lo que protege, el no permitir la corrupción”, dijo en su conferencia matutina mientras mostraba dos escapularios con la oración: “detente enemigo, el corazón de Jesús está conmigo”.

 

Por eso el decálogo del Presidente no sorprende; muestra coherencia con lo que en otras ocasiones ha sostenido como alternativa para combatir al Covid19, aunque sus recomendaciones sean bastante más espirituales que médicas.

 

Sin embargo, (y aunado a la invitación que AMLO hizo a la población de “vencer su miedo a salir a la calle”), la OMS pidió a los mandatarios de América, (entre ellos al de México), que no fueran contradictorios ni divagaran en sus comunicaciones, sino que “lanzaran” mensajes coherentes. La presentación del decálogo indica que el Presidente no sintió que esa “pedrada” fuera para él, o de plano, decidió ignorarla. ¿Qué habrá sido?

 

 

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