“¡Ya no hay peligro, no pasa nada; hay que exponerse!”, AMLO

Edgar Hernández* 

¡Hasta anoche 15 mil 994 muertes por Covid-19; 597 por día..! 

Una de las páginas más negras de la historia se México se está escribiendo en el marco de la llamada Cuarta Transformación. 

Desde que la Revolución se bajó del caballo hemos vivido abusos de poder, presidentes mafiosos aliados con lo peor de nuestra sociedad, corruptos y banales, locos neoliberales y hasta omisos e irresponsables, pero jamás con actitudes dictatoriales proclives al genocidio. 

Del 19 de febrero al 12 de junio México ha sido testigo del desdén presidencial por una pandemia que en México está tomando formas desproporcionadas luego de darse la orden presidencial de “todo mundo a la calle” a partir del primero de junio porque el Covid-19 se domó y empezó la curva de descenso. 

Todavía ayer 11 de junio López Obrador llamó a la ciudadanía a “vencer el miedo” ya que se terminó el peligro “y ya no hay riesgo”… ¡Hay que exponernos! 

Y esa, es una irresponsabilidad genocida. 

La misma que ha imperado en su peculiar estilo a lo largo de 120 días desde que se dio la primera llamada de alerta. 

Presente en el imaginario colectivo aquello de “No hay problema con el coronavirus “del cual tenemos conocimiento desde hace cuatro meses 

(antes que el mundo se enterara)… “Hay que salir, abrazarse y besarse”, decía con sorna. 

Inolvidable aquel beso con mordida a una menor de edad o aquel pasaje frente a una tendera de una fonda donde invita a la gente a salir a comer en familia, ir a las fondas “consumir lo que el pueblo produce”. 

Y esas giras masivas y no masivas donde aparecía sin el elemental tapaboca invitando a la ciudadanía con su actitud al mal ejemplo; el negarse a sanitizarse las manos previo a eventos públicos y rechazar examen médico alguno. 

Las cifras de López-Gatell, quien más sirvió de gato que de Subsecretario de Salud, solo han servido para alimentar la confusión ciudadana al entrar cínicamente al juego de las palabras adelantando el reinicio de clases –mejo no-, al arranque laboral –mejor espérense tantito-, y ese achatamiento de la curva de la pandemia –hay que esperara hasta octubre-, aunadas a las mil pendejadas más que ha dicho. 

La resultante es que hoy millares de familias asistimos a distancia a la muerte de nuestros seres queridos sin antes esperar entre diez y quince días la entrega de las cenizas, previo pago de 12 mil pesos por el pago de “tres bolsas para cadáveres”… ¿Tres para un cuerpo? 

Es muy doloroso. 

Nada hubiera costado al Presidente López Obrador, tan ofendido siempre por las críticas y reclamos cuando por 20 años fincó su camino en la industria del reclamo, en la queja y el saqueo, admitir la magnitud de la emergencia sanitaria y llamar a la unidad nacional para vencerla. 

La pandemia se cura, en efecto con dinero, pero también con solidaridad; con respaldo; con dispensas tributarias, sin alzas en los energéticos y con giras y brigadas no político-electorales, sino médicas. 

Un boletín y una declaración del presidente chistorete y de las ocurrencias, ponen fin en México a una pandemia que ya rebasa al millón de muertes a nivel mundial olvidando, o dejando para la historia que 

hasta ayer dejaron de existir 15 mil 994 mexicanos –casi 600 por día- y 133 mil 974 ya dieron positivo. 

López-Gatell, que vive en la Luna, insiste en que el “Pico” está por venir. AMLO en que hay que “dejar atrás el confinamiento”… 

¿Dónde estarán sus hijos del señor Presidente? 

La pandemia nos deja un legado de dolor, pero también una enseñanza que es la de aprender a no olvidar la historia para no correr el riesgo de vivirla dos veces. 

Tiempo al tiempo. 

*Premio Nacional de Periodismo