La Normal Rural de Chimonco

Juan Noel Armenta López

 

A lo lejos se mira todavía el edificio. A lo lejos se mira todavía el edificio de la Escuela Normal Rural de Chimonco. En noches de luna, el edificio semeja un espejo que reclama su lugar en el firmamento. El edificio se mira blanco, como las ideas de esperanza de quienes estudiaron en las entrañas de sus aulas. A lo lejos se mira el edificio, con tristeza, y con enojo. Abandonado se mira el edificio, antes lleno de bullicio de frescas risas juveniles. En veces se oían los llantos. En veces se oían las palabras susurradas en medio de la incertidumbre. El edificio se acuesta sobre los lienzos del tobogán del Cofre de Perote. Podría decirse que el pecho de la montaña fuese el guardián mítico y eterno de la Normal Rural de Chimonco. Testigo también el Cofre de Perote, de quienes, con dignidad y proeza, esculpieron su alma buscando encaminar el rumbo de México hacía una esperada justicia social. La gloria del deporte, coronó también la testa con ramos de verde olivo a muchos alumnos de la Escuela Normal de Chimonco. El edificio, inmaculado, sin mancha alguna, permanece de pie, inquebrantable, orgulloso de su pasado histórico. El discurso oficial, barreta en mano, golpeó con fuerza, pero ante la injusticia nadie gimoteó de dolor y nadie dobló la rodilla. Cuando la escuela rural fue cerrada en 1968, los profesores emigraron con la fuerte en alto a cumplir su responsabilidad comunitaria. La escuela fue clausurada ante el miedo de que las minorías se convirtieran en mayorías. De la Escuela Rural de Chimonco, salieron verdaderos misioneros de la educación. “Cuando escuchamos hablar a Lucio Cabañas a muchos nos quedó claro la vereda y el compromiso de ser profesores comunitarios”, habría de expresar estas palabras Felipe Bustos, periodista y ex alumno de la Escuela Normal Rural de Perote. Gracias Zazil. Doy fe.