El Peje o Covid-19 ¿Quién es más peligroso?

Edgar Hernández* 

¡Ni Juárez, Madero o Cárdenas, si vivieran, evitarían el derrumbe de quien pretendió ponerse al lado de ellos!

Al entrar al pico de la pandemia –el próximo miércoles inicia- y cuando se constata cuánta razón tenían los especialistas que llamaban de manera desesperada al ¡Quédate en casa! ante la cascada de muertes que ahora sí ya se ven, Andrés Manuel López Obrador transita al cesto de la historia. 

No quiso ni fue capaz de dimensionar los alcances de la mortalidad producto del “Coronavirus”. 

Del “besos y abrazos” al “¡Ya se aplanó la pandemia!”, la ciudadanía suma en el día a día, odios y repudio hacia el Presidente, más preocupado en acumular poder y disponer de manera personal del presupuesto nacional que atender los temas de salud pública que, por citar uno de tantos ejemplos, en la ciudad de México se ha traducido en cientos de fallecidos. 

Termina López Obrador gobernando a un México dividido en donde los más tienen reprueban a quien ha preferido apoyar a sus amigos –Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego-, así como a sus aliados naturales –el Cártel del Golfo y los Zetas-, que a al pueblo. 

Hoy gobierna a un México en bancarrota 

Gobierna un país que se le deshizo entre las manos a la vuelta de 12 semanas producto de su voluntarismo y el odio a los conservadores –un monstruo intangible- que solo le ha servido para justifica sus torpezas. 

Esas amenazas a los hombres del dinero, a los comerciantes, empresarios e industriales y ese enfermizo desprecio a su vieja casa, el PRI, así como 

las repetidas condenas a los panistas y ex presidentes, todos en libertad, lo llevaron al despeñadero. 

Ello al igual que sus empeños irracionales como la rifa del avión –sin avión- y la desgracia petrolera que en el primer trimestre de este año arrojó pérdidas por 562 mil millones y… ahí viene “Dos Bocas” que está costando a los mexicanos 190 mil 400 millones de pesos. 

Y por si no fuera suficiente ahí, para la quiebra nacional, está lo del “Tren Ligero” cuya obra le entregó de rodillas a su mejor y más sincero amigo, Carlos Slim, uno de los 10 más ricos del mundo cuya fortuna se calcula en los 52 mil 100 millones de dólares que nada tienen que ver con los pancholares o el devaluado peso mexicano. 

Slim construirá solo un tramo cuyo costo total será de 139 mil millones de pesos. La entrega a este magnate cuya única Patria es el dinero mismo al que le resulta inconcebible poner un dólar para bajar el costo de la obra. 

Asimismo incapaz de tocar con el pétalo de una flor a Ricardo Salinas Pliego, el hombre más rico de México –su fortuna está calculada en 191 mil 700 millones de dólares- en sus concesiones para Banco Azteca y sus aseguradoras, todas al servicio del gobierno. 

O qué capaz de atentar contra los hijos del Chapo, hoy tan altruistas repartiendo despensas, regalando dinero y patrullando pueblos y ciudades so pretexto del ¡Quédate en casa! 

Mientras el hambre ya llegó a pueblos y ciudades, mientras el coronavirus empieza a hacer estragos. 

Cunde la pandemia por toda la república y las “miles” de camas que se ufanaba estaban puestas para recibir a todos los infectados, no existen, tampoco la disponibilidad en los hospitales privados. 

La gente está angustiada y enferma, tiene hambre. Ya se siente la desesperación por el encierro que necesariamente ha ido acompañado por la falta de dinero. 

Y ni quien voltee a verte. 

Es más, si el vecino se entera que eres enfermero o médico te arroja cloro en el cuerpo y cara; peor si saben que eres positivo obligándote al confinamiento, a que no salgas de tu casa ni te acerques a nadie. 

Eres un apestado. 

¿Dónde están los cubrebocas que tanto ha presumido; dónde los respiradores artificiales parte de los cuales se los encargaron al hijo del director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlet, quien terminó escondiéndose después de haber hecho millonario negocio por la compra de dichos aparatos que al ponerlos a funcionar no sirvieron. 

Ese es el saldo del Coronavirus. 

Es también el saldo del fin de un imperio, el del Peje, quien jamás pensó que tanta mentira y acciones tramposas lo llevarían al derrumbe, al descrédito popular y a dejar en el pasado aquel primero de julio de 2018, cuando 30 millones se volcaron en las urnas para entregarle la Presidencia de México donde habitamos 130 millones de mexicanos. 

Ahora que pase la pandemia de imprevisibles resultados y muertes sinfín, el “pueblo bueno” del Peje habrá de llevarlo al cadalso y sea por la consulta ciudadana, por la mano alzada o en votación legal en las urnas, será echado del poder. 

Con él todos sus aplaudidores y cómplices. 

Tiempo a tiempo. 

*Premio Nacional de Periodismo