Desde el Café

Bernardo Gutiérrez Parra

Ante la manifiesta falta de carácter de los gobiernos estatales y federal
para persuadir a la ciudadanía de quedarse en casa, la gente sigue saliendo
a las calles como si el coronavirus les fuera a pelar los dientes, como si
no estuviéramos en la Fase 3 y como si no hubiera (hasta ayer) 16 mil 752
contagios y 1, 569 muertos.

Pero mucha de esa culpa también es del subsecretario de Salud Hugo
López-Gatell.

Desde que la pandemia llegó a finales de febrero con el primer contagiado,
el presidente López Obrador desdeñó el virus, se negó a parar sus giras los
fines de semana, nos invitó a abrazarnos y a seguir con nuestras
actividades: “Yo les diré cuándo no salgan”.

López-Gatell por su parte, ha mandado al diablo el uso del cubrebocas (a
pesar de que la OMS le ha hecho ver hasta la saciedad la conveniencia de
usarlo) y se ha negado sistemáticamente a realizar pruebas rápidas o
diagnósticas, porque según él no están avaladas por la Organización Mundial
de la Salud.

A reserva de que la OMS lo desmienta, estas pruebas mostraron su eficacia
en China (donde comenzó la pandemia), Corea del Sur y Singapur, países
donde prácticamente ya no hay contagios.

Al igual que su jefe López Obrador, Lopez-Gatell ha ido a contracorriente
de lo que dictan las normas mundiales de sanidad sobre sobre el Covid-19 y
hasta lo que dice el sentido común. Ojalá todo salga de acuerdo a sus
planes, porque de lo contrario, no me gustaría estar en sus zapatos cuando
la raza lo desbarranque del pedestal en el que lo ha colocado.

Algo que no cuadra es el grado de letalidad de la enfermedad en relación
con otros países. Mientras el lunes la letalidad en el mundo era de 6.9 por
ciento, en México era de 9.2 por ciento.

Cuando Israel llegó arriba de los 15 mil casos confirmados registró 204
muertos; Austria 549, Chile 198 y Singapur 14 fallecidos. México que hasta
el lunes tenía el mismo promedio de contagiados (15 mil 529) registró
¡1,434 muertos!

Para ayer martes la letalidad en el mundo seguía siendo de 6.9 por ciento
mientras que en México subió una décima al registrar 9.3 por ciento con 16
mil 752 contagios y 1,569 muertos.

Lo anterior quiere decir y con mucho, que es más seguro contagiarse y
salvarse en Israel, Austria, Chile y Singapur que contagiarse y salvarse en
México, donde entre el 60 y 80 por ciento de los pacientes intubados
mueren, como lo reconoció el director de Epidemiología José Luis Alomía.

Algo no se está haciendo bien en este país donde en plena Fase 3 siguen las
protestas de médicos por la falta de insumos. Y donde los héroes y heroínas
de bata y cofia muertos en cumplimiento de su deber llegaron a 24. “Una
tragedia médica sin comparación en la historia moderna de México”, dijo la
reportera de Milenio Jannet López Ponce.

Algo no se está haciendo bien donde hasta el ex rector de la UNAM y ex
secretario de Salud, José Narro Robles, cuestiona en sus redes sociales las
cifras de López-Gatell y lo acusa: “Él sabe que la cifra de casos
confirmados está incompleta. Por ello nunca quiso aplicar masivamente las
pruebas diagnósticas… Igual que en 2009, las cifras de @HLGatell no
cuadran, al tiempo que generan desconfianza e incertidumbre”.

¿Qué pasó en el 2009? Que a López-Gatell se le hizo bolas el engrudo con el
número de contagios y fallecidos por la influenza. Y si no lo corrieron, si
lo bajaron de la dirección que tenía.

Tiene razón Narro Robles cuando dice que hay desconfianza e incertidumbre,
pero también existe apatía e incredulidad de parte de una sociedad que no
alcanza a dimensionar la gravedad del coronavirus, cuyo ramalazo apenas
está por llegar.

Lo que da gusto en medio de la pandemia, es el singular optimismo de un
tabasqueño mesiánico, autoritario, de corto alcance intelectual y
recalcitrante sectarismo, que dice que ya ve la luz al final del túnel.

Lo mismo vio el coyote cuando quiso atrapar al correcaminos. Y recordarás
lector cómo le fue con el tren que lo arrolló.

bernardogup@hotmail.com