Así enfrentan veracruzanos temor y desempleo por el coronavirus

Doctor vela por la salud de los demás, aun a costa de la suya; diabético sin piernas piensa qué hará para poder comer

“Cuando se va a trabajar me despido de él y se me quiebra la voz. Es como si mandara a mi esposo a la guerra. Él es doctor y en su caso es a otro campo de batalla, un hospital. Sé que regresará, pero cada día hay la posibilidad de que llegue contagiado”, expresa Paulina, quien ante el aumento de agresiones a personal de salud en México por el Covid-19 opta por no dar sus apellidos ni el nombre de su pareja, porque sí, acepta, “hay miedo, coraje, impotencia…”.

Paulina, mujer radicada en Xalapa, decide compartir cómo son sus días últimamente, cuando intenta encontrar un sentido al caos en el cual se ha convertido su vida. No lo hace por llamar la atención, aclara, sino por intentar incidir en la mirada de aquellos que no valoran a quienes hoy, por ética, profesionalismo y amor a lo que decidieron ejercer, salen a trabajar, a ver por la salud de los demás, aun a costa de la suya.

Las preocupaciones de la docente son innumerables, igual que las de muchas mujeres en el mundo ante la contingencia sanitaria. En entrevista, acepta que es privilegiada por poder quedarse en casa, por tener alimento, por contar con un auto para trasladarse a hacer sus compras, por tener una familia amorosa. No obstante, su carga de trabajo por momentos la agobia: se adapta a dar clases de diseño en línea, cuida a su pequeña hija e intenta mantener en orden su hogar porque decidió que quienes la ayudan se fueran a casa. Ella es hipertensa y hay momentos en los que siente las manos entumidas. Tiene el síndrome del túnel carpiano…

Aún falta el regreso de su esposo, cuyo acceso conlleva un protocolo: “No entra ni con zapatos ni con la ropa que usó. Pusimos un perchero y ahí deja todo para pasar directo a bañarse. Él tiene 63 años de edad, es cirujano y el Instituto Mexicano del Seguro Social no le ha autorizado su retiro, pese a ser parte del grupo de riesgo. En otro de sus empleos sí le permitieron ausentarse, previa firma de una responsiva porque si surge una urgencia y se le necesita, tiene que presentarse”.

De las medidas de protección que su pareja toma, Paulina puntualiza que no son rumores de redes sociales o noticias falsas: “No hay insumos y no los ha habido desde hace muchos años, pero como antes no eran tan necesarios porque no había habido una crisis sanitaria, nadie decía nada. Este es un problema añejo, igual que la carga excesiva de consultas. Ahora, entre compañeros hacen grupos para adquirir el material que necesitan o para buscar la manera de protegerse”.

La artista visual, quien enfrenta el duelo por la reciente partida de su padre, ocurrida en enero pasado, hace un llamado a los mexicanos para que dejen a un lado la ignorancia y la violencia, para que cesen las agresiones en contra de los trabajadores de la salud. También, para que en redes sociales no se compartan contenidos que inciten a la discriminación.

“Facebook para mí era un entretenimiento, un contacto con los amigos, pero en los últimos días se transformó. Veo comentarios absurdos y críticas destructivas contra el sistema de salud, los médicos, enfermeros. Es muy desgastante. Opté por evitar esas publicaciones y ahora busco memes o contenidos agradables, porque no es que quiera defender al gobierno a algún instituto, pero tengo conocidos en el extranjero, incluido mi hermano, quien radica en Canadá, y el contar con servicio médico es muy caro, cuando nosotros nos quejamos de que a la quincena nos descuenten 60, 100 o un poco más, dependiendo del salario. Opino que lo que queda en evidencia es la urgencia de una reestructuración y reconocer el justo valor de la salud y quienes se encargan de velar por ella”.

NO PIERDEN LA ESPERANZA

Mientras miles de personas en todo el mundo temen infectarse por el Covid-19, Carlos Ortiz Franco piensa en qué comerá cada día, y es que a sus 57 años es diabético, perdió sus dos piernas, vive solo y sus ingresos dependen de la venta de artículos de segunda mano en tianguis de Xalapa, donde por la contingencia sanitaria se le ha prohibido trabajar.

El comerciante, quien se ha acostumbrado a estar solo, enfrenta este problema económico porque como no ve ni escucha noticias no se enteró a tiempo de la cuarentena, por lo cual invirtió su dinero en objetos usados y chácharas. “Ahora tengo mercancía pero no dinero. Y eso sí me preocupa porque pienso y pienso qué voy a hacer. Es una situación difícil, pero a mí hay algo que me mantiene vivo: la esperanza de volver a caminar”, expresó en entrevista.

El comerciante es uno más de los tianguistas locales que al inicio de esta semana solicitaron a las autoridades apoyo económico o despensas. Se trata de quienes expenden sus objetos usados en las calles Gildardo Avilés y en las inmediaciones del parque deportivo Colón. A él se le puede contactar para recibir alguna donación o apoyo a través del número telefónico 2283-14-69-27.

Originario de la Ciudad de México, Ortiz Franco creció en El Espinal, Veracruz, y después decidió entrar al Ejército. Aquellos tiempos los rememora con tristeza, pues a los 29 años perdió su pierna derecha en un enfrentamiento. Por asuntos que prefirió no mencionar, tampoco pudo retirarse con una pensión.

A lo largo de los años ha tenido duras experiencias. Una de las últimas fue la amputación de su pierna izquierda, por la diabetes que padece. Aún conserva su prótesis derecha porque espera la oportunidad de obtener la que le falta. “Muchas veces he querido mejor morir. He intentado quitarme la vida, pero por una u otra cosa, aquí sigo. He buscado apoyo para mi prótesis en el DIF, en el Crisver y en enero del año pasado —2019— también me tomaron mis datos en el palacio municipal, pero hasta ahorita no he recibido nada, al contrario, sí me han discriminado, cuando yo ni siquiera quería que me quitaran mi pierna. Una psicóloga y una trabajadora social me convencieron para que autorizara, pero nada más firmé, no volví a saber nada de ellas”.

Don Carlos sonríe porque dice estar acostumbrado a esperar lo que venga. También porque sabe que si sus necesidades aumentan puede recurrir a la familia que le da alojamiento en un cuarto pequeño, en la colonia Luz del Barrio, o a sus familiares, aunque prefiere resistir solo “para no causar problemas”.

BUSCAN FORMAS DE OBTENER INGRESOS

La microempresaria Montserrat Romero se vio obligada a buscar una forma de financiamiento ante la imposibilidad de trabajar en la calle, donde todas las noches vendía marquesitas en la zona de Los Lagos. No ha renunciado a la venta de este producto, hoy desde su casa sigue ofreciéndolas, pero la baja en la demanda no le permite cubrir sus gastos y resurtir sus insumos.

Su opción fue ocupar gran parte de su día en el aseo de casas, dice la chica egresada de la carrera de Administración de Empresas Turísticas, de donde surgió el proyecto para ser su propia patrona y con el tiempo e inversión dar empleo a otras personas, por lo que empezó a anunciarse en redes sociales.

La respuesta no se hizo esperar y durante la primera quincena ya tiene varias casas para asear, lo que le ha permitido de momento cubrir sus gastos prioritarios como renta, agua, luz y alimentación.

La elaboración de su producto continúa haciéndolo por la noche con entregas a domicilio, lo que complementa con elaboración de otros productos, sin embargo, en este momento lo que le sostiene económicamente es el trabajo que diversos amigos y conocidos le han ayudado a conseguir en domicilios donde no se expone ni expone a los demás, por lo cual agradece la gran enseñanza de solidaridad que ha recibido no sólo de amigos, sino de personas desconocidas.

Con información de Celia Gayosso | Diario de Xalapa.