Política contagiada de coronavirus

Han sido varios encontronazos los habidos entre el gobernador Cuitláhuac García Jiménez y el alcalde del principal municipio del estado, Fernando Yunes Márquez. Debe entenderse que son de corrientes políticas adversas, y de conquista de poder. MORENA aplastó las ambiciones del ex gobernador Yunes, padre del edil porteño, para reelegirse a través de su hijo Miguel en la gubernatura, pero desde hace tiempo ya se había adueñado de Boca del Río y Veracruz, y difícilmente podrán quitárselas, al menos no por la vía electoral. Esa es la gran disputa. Los morenos trabajan subterráneamente para ir ganando terreno, con un gran ejército, mientras el gobernante municipal se apoya en una enorme estructura vecinal con jefes de Cuartel y de Manzana que coordinan el programa de entrega de miles de despensas a los ciudadanos, y en Boca del Río hace tiempo institucionalizaron las tarjetas sociales, con apoyos mensuales a otra enorme estructura. Es una lucha eminentemente electoral frente a lo que estará en juego el año entrante con la elección de diputados federales y locales, así como las presidencias municipales, que no pinta bien para el ‘obradorismo’ por sus yerros y caída en la confianza del electorado. Esa lucha pasa por la competencia de obras, y eso es bueno para los porteños. Yunes Márquez reconstruye algo de la infraestructura urbana y, por ejemplo, hace unos días se acaba de anunciar una importante inversión de la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano (SEDATU) en el puerto, Boca del Río y Coatzacoalcos, en colonias y comunidades, donde hay mayor rentabilidad política. Hasta ahí iba esa contienda. Sin embargo, la pandemia del coronavirus presentó la oportunidad para allegarse apoyo ciudadano, y ahí ha ido ganando terreno el joven alcalde Yunes. Implementó medidas que eran obvias frente a la amenaza de contagios y propagación del virus. Canceló los Miércoles Ciudadanos, inauguraciones de obras, eventos públicos, cursos y talleres oficiales, determinó el cierre de centros culturales, biblioteca y actividades en unidades deportivas, parques y espacios públicos, además de solicitar a los dueños de bares el cierre de sus negocios y limitar con medidas de precaución los establecimientos de venta de comida. Lo último fue la decisión del gobierno municipal de evitar el acceso a las playas; aguantó la embestida del gobierno estatal, que claramente rebasado, trató de evitar que se llevaran a cabo esas medidas. Ha cumplido con ese propósito para que no exista concentración de personas en los balnearios que pueden ser fuente de contagios masivos, aunque ha tenido que aplicar una vigilancia constante, aún con resistencias como la de los palaperos de Villa del Mar, con tufo de tintes partidistas, que se negaron a cerrar sus negocios, argumentando que es zona federal donde se ubican y ahí el gobierno municipal carece de facultades para prohibirles su funcionamiento. Pidió entonces la intervención estatal ante las autoridades federales y, la respuesta es de que no se hizo una petición formal. Eso fue desmentido, con pruebas documentales de que sí se recibió la petición. ¿Qué pasó entonces? Desde el miércoles se decidió el cierre vial del bulevar Manuel Ávila Camacho, dónde se localizan las palapas, y con eso los turistas no pueden llegar a las playas ni a esos establecimientos. La medida tiene fundamento en las medidas sanitarias por la pandemia, aunque en su trasfondo sea político, como se dice al principio de este comentario. Habrá que esperar, sobre todo porque están presentándose quejas de restauranteros y hoteleros de esa zona quienes colateralmente resultan afectados por esta extrema medida aplicada por el alcalde Yunes.

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