LAS COSAS INAPROPIADAS

*Éramos ciegos y no lo sabíamos. Ahora ni los abrazos nos consuelan y sólo nos queda cantar en las ventanas. Camelot.

 

LAS COSAS INAPROPIADAS

 

El llamado Covid 19 vive en nuestra mente, en nuestro miedo y nuestras advertencias. Nada hay más que ese maldito virus. Si enciendes la tele, ahí están los comunicadores hablando y hablando y dando los expertos virólogos, el por qué hay que cuidarse y no agarrarse de las manos y no saludar, aunque al presidente AMLO le valga gorro y salude a quién quiera dejarse contagiar sin aplicar su Sana Distancia. Si vas a un súper, la gente se pelea por el papel de baño. Atrás quedó el avión chafa presidencial, el que no se rifa pero se rifa en una foto de boleto de Lotería Nacional, que antes era para la Asistencia Pública y ahora no se sabe para qué demonios es. Atrás quedaron las marchas contra los feminicidios y el ataque a las mujeres. Atrás quedaron los crímenes, donde día a día contábamos más muertos que en Irak. Este mundo cambió muy de repente y las mañaneras del presidente ya no interesan a nadie. A nadie. Menos cuando entra con sus chistoretes en tiempos de tragedia, tierra mía. Este México nuestro está evolucionando, como cuando el sismo de 1985, que un presidente se apanicó (Miguel de la Madrid) y la gente salió a la calle para que, con palas y cubetas, sacaran los escombros de los edificios caídos, en lo que el presidente gris y timorato no salía de Los Pinos, la gente salió y allí nació aquella cosa que el maestro Carlos Monsiváis llamó la Sociedad Civil. Así ahora.

 

LA DE VERACRUZ

 

Aunque la OMS asegura que México está haciendo las cosas bien con el Covid19, en  Veracruz estamos a las rezadas, con el Jesús en la boca y el Padre Nuestro que estás en los cielos, esperando que este bicho del mal se aleje de nuestras casas. Porque si el sector Salud de Veracruz no pudo con el dengue, donde el año pasado logró la marca record de poner a Veracruz en primer lugar de dengue y de muertes, pues no quiero ni siquiera imaginarlo atacando esta Pandemia, a la que no están preparados, ni antes ni después, aun leyendo el selecciones del Reader Digest, donde ahí vienen luego todas las recetas médicas caseras. Charlatanes y conjurados culpan a la CIA de ese virus, cuando fueron los chinos los que lo hicieron nacer y amamantarlo y destruirlo a los pocos meses, luego de haber sepultado tantos paisanos suyos, que daban pena al mundo, entre ellos el doctor que anunció ese peligro y, como en China nada se puede decir, fue buscado por la policía secreta, como la de Veracruz, y confinado unos días a una cárcel. Ese pobre médico, doctor de apellido impronunciable, Li Wenliang, fue exonerado a los pocos meses y reconocido mundialmente, su familia ahora espera que le den una gratificación de muerte. El escritor Xavier Velasco la llama la ‘maldita primavera’, porque mientras en países llega después de las heladas y los fríos, hubo un tiempo que nacieron las protestas sociales en primavera. La de Praga, Egipto y Siria, que fueron movimientos sociales del pueblo levantándose contra sus autoridades, ahora esta primavera nos llega de flagelo, y ni cantarle como la Yuri le canta: “La maldita primavera, pasa ligera, me hace daño solo a mí”. En esas estamos, aguantando la primavera infectada del mundo, porque no fue una bomba atómica ni un misil, ni una Guerra Mundial, aquella que Einstein decía que la última se haría a palos, cuando no quedara nada vivo qué contar ni agarrar, fue un virus que contagió al mundo y hace caer la aviación, el petróleo, los empleos y las bolsas y todos apretamos aquellito, y ni Nostradamus ni la Biblia nos llevan a algo, aunque dicen que se predijo cuando en el Levítico, en un año de quién sabe cuándo, se escribió: “Todo lo que se arrastra y vive será alimento para vosotros, lo mismo que la verde hierba; os doy todo. Sin embargo, no comeréis carne con su alma, que es su sangre; no has de comer”.

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