CRONICA TIERRA BLANCA (28 AÑOS) / Gilberto Haaz

*De George Orwel: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”.  Camelot.

 

CRONICA TIERRA BLANCA (28 AÑOS)

 

Un diario, cuando cumple tantos años de bregar en la información, debe ser un diario de admirar. Crónica Tierra Blanca festeja sus 28 años de vida periodística, de estar en las manos de los terrablanquenses cada mañana, que se sienten informados con la veracidad de la información. No fue tarea fácil echarlo a andar hace 10 mil 220 días. Se comenzó primero maquilando el diario, luego con una prensa plana, como se empiezan los grandes proyectos, hasta tener la maquinaria profesional que hace que por las noches, la tinta y papel huelan y suenen en esas salas de fabricarlos. Ha sido un informador de las cosas de la ciudad y de la Cuenca del Papaloapan y del Estado de Veracruz, en combinación con la estación de radio XHJF y la gente que allí labora, una buena dupla informativa. Muchas noches y muchos días han llegado a esa redacción, a esas paredes donde por las noches se decide qué pasa y qué no entra, o más bien cómo la pasamos, ese sitio donde tantos tienen trabajo, desde reporteros de a pie hasta gente de la oficina, sin faltar los voceadores, el engranaje final pero quizá más importante de un diario, porque sin los voceadores sería la cotidianidad difícil, el que el diario esté en manos de los lectores temprano, se debe a ellos, los que también han logrado parte de su vida en esa labor, muchos de ellos y ellas han dado carrera y profesión a sus hijos, de lo que allí ganaban con su sudor diario, porque vaya que allí se suda. Rodeado de pura gente buena, el director, Enrique Haaz Diez, les celebra hoy su día de días, cuando algunos de ellos fueron pioneros y otros ya partieron al viaje final y siempre serán recordados. Por allí pasó gente buena, buenos reporteros, excelentes caricaturistas, columnistas, articulistas, decimeros, de todo y siguen trabajando eficientes colaboradores. Qué pasen muy bien su día todos aquellos que hacen posible ese trabajo, y que haya larga vida a este diario, en tiempos que los diarios pasan días difíciles, largos y sinuosos caminos, como dirían Los Beatles.

 

LOS VIAJES

 

Escribí la semana pasada que aprovecharía los escritos de los sábados para narrar algún viaje en otro tiempo pasado.

 

MIAMI (AÑO 2012)

A bordo del USS Majesty, según la compañía, el rey o su majestad de los mares.

Navegamos con rumbo fijo. En el Golfo de México, por la bella zona del Caribe, donde el mar refleja ese azul turquesa sólo visto aquí, o en Cancún o en La Habana o a Nassau, adonde nos dirigimos. Navega con tranquilidad en la noche.

La tele, que veo en el crucero, da cuenta en su noticiero en español de la Cumbre de presidentes americanos, en Cartagena de Indias, tierra de García Márquez, adonde llega Papá Obama.

Atracamos muy temprano, siete y media de la mañana, el barco detiene  en pleno mar su navegación, se mueve y se contonea, logra uno despertarse por los ruidos extraños.

Tira el ancla, hay poco oleaje, el mar, oh ese mar que Di Caprio gritaba, arriba del Titánic, ser el rey del mundo: ‘King of the world’.

Ese mar que logra respeto y que en su infinita imagen, da relajamiento.

Segundo día de navegación, sin consecuencias de mareo.

No ha habido oleaje rudo y aquí no hay icebergs a la vista ni capitanes chafas (eso espero) como el tal Schettino, que encalló el Costa Concordia creando un escándalo mayúsculo. Veo la isla a unos mil metros de distancia. Es isla pinchona. No bajaré. Parece un islote como Arroyo Hondo o El Amate, dos ríos de mi pueblo, Tierra Blanca.

Esta isla fue comprada por la compañía Royal Caribbean, me imagino que solo para hacer una parada obligatoria, como las que hace el ADO cuando viaja a México.

Para que los pasajeros que aquí vamos tengamos un momento de pisar tierra y lidiar con la Naturaleza. Ver los pinos doblados por el aire que les pega de frente, los dobla pero no los quiebra, zona de huracanes y vientos fuertes, su arena como la cancunense y las playas para tomar sol.  Unas escolleras pequeñas dejan ver playas pequeñas. Para que los turistas las disfruten unas horas. Las lanchas grandes llevan y traen gente todo el día. Es un trajinar de ir y venir. No voy. Prefiero quedarme en el barco.

Se ve muy pequeña la isla, y allí no habitaría nunca un Tom Hanks en la cinta Náufrago o un Robinson Crusoe. Las Bahamas están a ojo de pájaro.

Un día de navegación. Las gaviotas comienzan a rondar el barco, son las señales de que la tierra está cerca, como aquellas gaviotas que se acercaron a Cristóbal Colon un día de octubre que América fue otra y descubierta por ellos, porque los nativos ya la habitaban y las conocían.

 

LOS SNORKELES

 

Veo la isla Cococay, a la distancia se ve a la gente en la playa y quizá alguno que otro ‘snorkeleé’. Las aguas del mar Caribe son famosas porque reflejan ese refulgente color azul. Han estrenado el Titánic en 3D y no ha sido lo que es. En el barco, como en el mar, la vida es más sabrosa.  Hay de todo, uno puede tragar todo el tiempo, uno puede ir de shopping a las tiendas, pequeñas y escasas pero con todo, perfumes, relojes, dulces, ropa de playa, uno puede, si se es ludópata, ir a tirar su dinero al casino con el consabido conocimiento de que aquí, como en Las Vegas, sólo la casa gana. Me animo, voy y pierdo unos diez dólares. Me levanto, mi religión me prohíbe jugar más de diez dólares por noche, so pena de que me quiten lo que traigo encima. Mujeres bellas, idiomas diferentes, latinos en los servicios, peruanos, dominicanas, colombianas y, por lógica, cubanas, las albercas reflejan la tranquilidad de las familias, los niños y niñas chapoteando y todos a media luz, porque esta mañana amaneció fresco y no hay el sol y calor que mata. Sigo viendo la isla Cococay. Barcazas van y vienen llevando a los cerca de dos mil pasajeros que se atreven a bajar a tierra, yo lo haré hasta que llegue a Nassau.

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