La conquista de Xalapa / Juan Noel Armenta

La conquista de Xalapa

Siempre fue fácil conquistar Xalapa, fue más adverso el clima que las oportunidades. Las personas cultas, distinguidas, honorables, sencillas, visionarias. Los xalapeños siempre prodigaron atención a quién se acercara buscando orientación para salir de esa multiplicidad de sinuosos caminos. Curioso que gente tan ocupada se detuviera y, sin prisa, con atención y serenidad escuchara y aconsejara a un joven preocupado por quizás una cosa sin importancia. Muchos que nos venimos del rancho ya entrados en edad a estudiar en las escuelas nocturnas para obreros, solo avizorábamos dos caminos: o correr cobardemente y dejar la escuela, o vencerla con dignidad. Confieso que la primera opción era muy atractiva, de no ser por el mundo maravilloso del conocimiento y por la anécdota de un trasquilador de borregos que decía: “yo no tengo miedo a nada, iría a la misma boca del infierno en busca de ayuda para triunfar en la vida. Las personas de Xalapa facilitaron a todos nosotros el permanecer y echar raíces en este frío y a la vez cálido terruño. Como olvidar la palabra sabia de un Luis Espinoza Gorozpe, Marco Antonio Rodríguez Reboredo, Próspero y Pedro Cabañas, Abel Cuellar Morales, Arturo Esperón, Elia Pérez Condé, el químico Arturo Morales, Olga González, Antonio Chedraui Caram, Ely Núñez, Rafael González Avillaced. La firmeza de un Aureliano Hernández Palacios, la calidez de María Luisa Mirón, la mano guía de Arnulfo y Leonardo Pérez Rivera, de José Álvarez Montero, Fernando Winfield, del maestro en periodismo don Rubén Pabello Acosta. La rectitud de un Fernando García Barna, Filiberto Lobato Burgos. La enseñanza permanente de un Carlo Antonio Castro, Carmen Vargas Delgadillo, de Ignacio Vargas Andrade, Alfonso Gorbea Soto, Ángel Trigos, Cecilia y Lucila Sánchez (“que mello”), Adolfo C. Palma, Juan Álvarez Hernández, Ambrosio Soto, Abelardo Iparrea, Carlos Domínguez Millián, Carlos y Fidel Méndez de la Luz, Octavio Ándres Téllez Martínez, Héctor Castañeda Bringas, Carlo Magno Aróstegui. El talento de Félix Báez Jorge, Violeta Sordo, Francisco Galván, Guadalupe Álvarez Naveda, José Luis Melgarejo Vivanco. La presencia incomparable de Víctor Piña, Carlos Manuel Vargas, Vicente Salcedo, Antonio y Enrique Eguía, Teodoro y David Ramírez Lavoignet, la maestra Raquel, el “viejo” de la Rosa, Abelardo Jácome, Mario Navarrete, los doctores: Covarrubias, Gastón Galindo, López Domínguez, Fornaguera. El don filial de un Justo Fernández y su esposa Alicia Ávila; Manuel, José y Mario Piñero, Víctor Riaño, Ramón Galindo. La fuerte presencia de un Juan Zilli, Esteban Rizzo, Carlos Juan Islas, Teodoro Cano, Erasmo Rodríguez. Los incomparables hermanos Garcimarrero,  Humberto Frutis y sus imágenes, el arte de Miguel Vélez Arceo, distinguido maestro Francisco Tejeda Uscanga, el recordado laboralista Felipe Hernández Piñeiro. La palabra docta de Elías Juárez y de Lauro Altamirano Jácome. El ejemplo de educación en la sensibilidad de “Juanote”, la luz en el camino de Othoniel Rodríguez Bazarte, la preclara inteligencia de Manuel Carbonell y de Luis Quinto, el carácter triunfador de Abel Escobar y de Horacio Mota, el temple de Joaquín Carillo Patraca y de Roberto Bravo Garzón. La visión analítica de un Froylán Flores Cancela, de Raúl Contreras Ferto, José Luis y Eduardo Zamora Zaligrup, David Velasco, Elfego Sánchez Granillo, el preclaro luchador social Melitón Morales, Rafael Colorado, Jorge Ortiz Escobar. La incomparable sencillez de Librado Basilio, Alfonso Medellín, Roberto y Guillermo Williams, Ramón Arellanos Melgarejo, Sergio Obeso, Fernando Paseiro, Alfonso Avilés, Ángel Hermida Ruiz, Emilio Gidi, Mario Muñoz. El intelecto de Guillermo Zúñiga Martínez, Ignacio González Rebolledo, Ernesto Fernández Panes, Marcelo Ramírez, Mario de la Medina Caraza, la honorable familia Amandi del Valle, Rubén Darío Mendiola, Rafael Arías, Jesús y Fernando Morales, José Zaydén Domínguez, Mateo Oliva, Víctor Raúl Domínguez, Salvador Zamudio,  Adolfo Pelayo, Adalberto Moreno, Vicente López Estrada, Alberto Sosa Hernández de probidad inmaculada, Carlos García Méndez, Bruno López. La ilustre y talentosa familia Hakim, Lauro Altamirano, el famoso y reconocido Carlos Uscanga, la incomparable familia Ahued, el distinguido Antonio María Quirasco y más. Hay quienes incursionaron en las leyes, otros en la política, en el arte, la medicina, antropología, lenguas, historia, en la valía social, y muchos en el magisterio. Pero sin duda todos fueron y son, maestros de una talla incomparable que detenían su camino, escuchaban, aconsejaban, y hacían sentir a uno importante para seguir en la batalla del porvenir. En la oscura penumbra del manto de niebla que cubría este bastión provincial, estos hombres y mujeres, sin paralelo, tejieron con flores de luz y color la fama de cultura de la que hoy goza Xalapa. El recuerdo de ellos debe ser permanente y eterno, con su presencia fue fácil conquistar Xalapa. Unos siguen con nosotros, otros se han ido, pero todos están presentes en el pentagrama de la eternidad. Gracias Zazil. Doy fe.