Revocación o Reelección

CAMALEÓN

Una transformación social, política y económica de las dimensiones que plantea el presidente López Obrador en México no resulta cosa fácil pues intervienen diferentes factores, entre ellos, la natural resistencia al cambio de algunos sectores de la sociedad, las circunstancias sociopolíticas del entorno y, muy importante, la condición humana.

Históricamente está comprobado que un cambio de estructuras sociales no se realiza en un santiamén, como lo demuestran las tres Transformaciones a las cuales hace referencia AMLO para enumerar la suya como la Cuarta: la Independencia, cuyo inicio formal alude al grito de Dolores en 1810, pero se consumó oficialmente en 1821 y quedó normativamente enmarcada en el Texto Constitucional de 1824. La segunda Transformación tuvo, al igual que la antecesora, largo fermento, pero tiene epicentros en la perdida territorial del país, en la Constitución liberal de 1857, en las Leyes de Reforma, la intervención francesa, el penoso injerto de una monarquía importada, hasta la restauración de la república en 1867, en el paradigmático periodo juarista. La tercera Transformación irrumpió en 1910, con prolegómenos en 1906 y 1907 y, por supuesto, el largo periodo dictatorial de Porfirio Díaz, se reactiva con el asesinato de Madero durante la Decena Trágica, se enrumbó hacia su marco normativo, la Constitución de 1917, que no evitó la muerte violenta de Zapata, de Carranza, la depuración de generales protagonistas del movimiento armado, incluido Obregón, ni la guerra cristera, pues fue ya casi para finalizar la década de los ¨20 cuando dio inició el periodo de institucionalización. Estos antecedentes inducen a pensar que López Obrador tampoco lo podría hacer en solo seis años.

Pero tiene prisa, y sabe por esos antecedentes el por qué.

Aunque en realidad Andrés Manuel López Obrador lleva más de ocho meses decidiendo los asuntos nacionales, pues empezó a ejercer el poder mucho antes de oficializar su ascenso a la presidencia de la república, en el formato tradicional, los Cien Días sirven para señalar una tendencia acerca de cómo serán los días y años subsiguientes de un gobierno. Aunque no siempre la tendencia de origen se mantiene, porque en el camino las circunstancias juegan importante papel y pueden torcer el rumbo inicial o revertirlo, tal cual sucedió a Peña Nieto, a quien en un principio se le consideraba el modernizador de México. Informó López Obrador que ya ha cumplido 62 de los cien puntos que ofreció el 1 de diciembre en el Zócalo capitalino, aunque todavía no hay efectos comprobables hay mucho tiempo por delante y solo queda esperar que nos vaya bien a los mexicanos.

En el caso que nos ocupa pueden avizorarse signos preocupantes en la percepción social acerca del espíritu clientelar que mueve a los programas sociales del gobierno federal; un elemento que fortalece esta tesis es la insistencia de AMLO a someterse a la figura de revocación de mandato en 2021 (que no tardan en inscribirlo en la Constitución), esto implicaría que hiciera campaña en la elección intermedia, con el favorable impacto para su partido en la renovación de diputados y la elección de 13 gobernadores, no se requiere especular sobre las consecuencias porque ya sucedió en Veracruz en 2018, cuando AMLO apareció en la boleta electoral provocando un alud de votos a favor de Morena en la elección para gobernador, pues consiguió más del doble de sufra gios para Morena respecto a la elección de 2016. Con el presidente abiertamente en campaña los candidatos de oposición quedarían en desventaja, porque ¿quién competiría con el arrastre de López Obrador? Es solo una hipótesis, pero para su comprobación no se requiere de mucha ciencia.

Para desvanecer la inquietud nacional sobre los preparativos de una presunta reelección, López Obrador adelanta que el lunes 18 firmará asegurando que no buscará reelegirse. Bueno será que también anuncie que no insistirá en hacer campaña para la revocación de mandato en 2021 para no interferir en la elección intermedia. Eso queda a juicio del senado, que, con un transitorio al dictamen de la revocación de mandato aprobado por los diputados, resolvería todos los cuestionamientos.

Desde Puebla, el presidente Andrés Manuel López Obrador mandó un mensaje: “Nooo, primo hermano, no luchamos por cargos, luchamos por la transformación… no es el quítate tú porque quiero yo, ya no queremos el político fantoche, ambicioso, corrupto…”. Aunque suena a retórica pura, sirve como antídoto para que lo escuchen quienes en Veracruz están tomando los cargos públicos como botín familiar, los nepotes exhibidos en estos días en la secretaría del trabajo, salud, educación y los señalados a una diputada de Morena por esta capital hacen plena constancia. Sin duda, aquel es uno de los mejores mensajes de López obrador, ojalá sus correligionarios de Veracruz lo entiendan y atiendan.

En política la condición humana es asendereada protagonista. Lo podemos observar en la conducta de quienes arribaron al Poder con Morena. Los muchos años de oposición a un régimen político, de adoptar posturas necesariamente contrarias a la forma de conducir la cosa pública, influyen determinantemente en la conducta de quien milita sin poder, pero cuando lo alcanzan no están exentos de sufrir el impacto del cambio. Porque no es igual criticar sin responsabilidad que asumir un compromiso. Porque el Poder obnubila al hombre, lo transforma y llega al grado de trastornarlo, lo podemos advertir en Veracruz, donde en solo tres meses, quienes arribaron al poder desde la llamada izquierda, no muestran signos diferentes a los desplazados, y uno de los síntomas más visibles es tomar el cargo público como botín familiar. Una vez más se comprueba que “en la forma de agarrar el taco, se conoce a quien es tragón”.

alfredobielmav@hotmail.com

15- m4r20- 2019