PRINCIPIO DEL FIN DEL VIEJO REGIMEN / Joel Vargas Cruz.

PRINCIPIO DEL FIN DEL VIEJO REGIMEN

Joel Vargas Cruz.

 

Al fin se fue el viejo régimen. No se puede afirmar que morirá. En política nadie está muerto hasta que muere físicamente. Y aún después de muerto surgen las figuras emblemáticas que registra la historia como inmortales. Sandino, el héroe nicaragüense asesinado por los gringos, después de cuarenta años se constituyó en égida de lucha y fue la fuerza que permitió el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, hasta terminar con la sanguinaria dictadura de Somoza. Que Daniel Ortega se haya apropiado de Nicaragua, es otra cosa. Decíamos hace poco que los políticos no saben calcular su tiempo de retiro y envueltos en un pendejismo fatal, piensan y sienten que el pueblo los ama. El difunto maestro Carlos Jonguitud, formador de líderes, decía que el poder revive hasta los muertos.

Muy cerca en el tiempo, aquí en México, fue enarbolada la bandera del Zapatismo que logró sumar a miles de indígenas sin tierras, sin pan, sin trabajo y con hambre crónica. A quinientos años, desprotegidos de todos los servicios básicos, les asistía la razón histórica de su rebelión. Era por demás imposible que el Subcomandante Marcos pudiera levantar a todo un país anestesiado por el poder indeclinable de las élites, muy pocas, que se habían adueñado de la gran nación mexicana. Ahora sí que resultó cierto lo que decían los malquerientes de López Obrador quienes peyorativamente lo llamaban mesiánico y providencial. El “mesías tropical” está dando escuela sobre lo que es una verdadera solidaridad humana. Por lo que se ve, es un hombre generoso, pero ello no quiere decir que habrá en la presidencia de la República un tarugo. Fue muy enfático cuando advirtió que no se dejará chantajear de nadie.

Diego Fernández de Ceballos fue siempre un excelente líder parlamentarios de su fracción política. Compañero inseparable de Carlos Salinas como impulsores del neoliberalismo como base del desarrollo social y económicos de México, privatizando todo lo de valor, esto es, lo más valioso del patrimonio de los mexicanos. Fernández de Ceballos estuvo muy de acuerdo que se incineraran todas las boletas electorales de la contienda en que Salinas resultó triunfante con el 0.01 % de las votaciones. En ninguna parte se pueden encontrar pruebas de fraude como el rumor y el coraje lo hicieron circular. Diego aprovechó todo para aumentar la base política del PAN, pero nunca aceptó ser presidente del comité ejecutivo nacional. Ni tampoco quiso ser presidente de la República, que lo hubiera logrado si así hubiera sido su decisión. Zedillo y Salinas estaban atascado hasta la cintura de tanta mierda.

El jefe Diego dijo en ese entonces que el PAN necesitaba mantenerse treinta años en el poder para transformar el país conduciéndolo hacia un desarrollo integral, acabando con el pobrerío y regresar a la paz social. Es decir, cinco sexenios continuados. Diego pensaba, quizás, en el origen moral del PAN, en el que no buscaba el poder para medrar, sino adecentar la política. Ser la luz en la obscuridad. Con dos sexenios de panismo fue suficiente para medir la tal moralidad de sus líderes que tuvieron bajo su conducción la más alta responsabilidad: la mismísima presidencia de la República. El saqueo fue brutal.

Si Colosio hubiese llegado al poder, México fuera un país distinto en sus estándares de vida. Pero hubieron sinergias políticas que quebraron a la nación. Aquella carta que Zedillo envío a Colosio recomendándole que se coordinara con el presidente Salinas. Su temerario discurso del seis de marzo en que Colosio prometía terminar con la pobreza y el hambre, con el abuso de la ley y con el cúmulo de injusticias. Y aquella carta imaginada por Francisco MARTÍN Moreno y publicada en la prensa nacional: “Te tengo que matar”. Moreno hablaba del viejo régimen, de ninguna persona en especial. Colosio sabía que tenía que terminar con muchos vicios y corrupciones que al andar de las décadas se habían creado en los puntos neurálgicos de su estructura política vieja y agotada. Es de suponerse que todo se amalgamó para que se diera la tragedia de Lomas Taurinas. Y México siguió el rumbo del encallamiento.

Es de razonarse que a López Obrador no le alcanzarán seis años para enderezar el rumbo de la nación. Se deduce que por eso su prisa de armar un gobierno con tendencia de izquierda para cambiar un gobierno neoliberal que empobreció a 53 millones de mexicanos. Claro que aparecerán los inconformes con la idea política de Obrador. Los miméticos que tratarán de confundirse entre los ideólogos fieles a la izquierda. Los chambistas sin doctrina pronto sacarán la cabeza y serán detectados. López Obrador tiene muchos años de saber lo que hay que hacer para un desarrollo integral a favor de la patria. Nunca para beneficio de las élites explotadoras. El viejo régimen se va.

 

MORENA necesitará por lo menos seis sexenios para afianzar el cambio de rumbo, cuando Obrador ya solamente sea historia y aparezca en el retablo luminoso de los inmortales.