México, su disyuntiva histórica

CAMALEÓN

México, su disyuntiva histórica

Una semana más y este país tendrá nuevo presidente de la república, será la tercera alternancia partidista en la presidencia en el corto espacio de los 18 años del siglo XXI, breve lapso si lo medimos a partir de la larguísima hegemonía priista que le permitió el dominio político de México durante casi todo el siglo XX. Aunque este país no es el mismo de hace un siglo, seguimos rindiendo pleitesía a Zapata, a Villa y a Madero, poco sin embargo se habla de Carranza el promotor de la Constitución vigente hasta nuestros días, lo cual para nada significa un menor protagonismo histórico. Acaso se debe a que ni Villa ni Zapata ejercieron el poder público y no sufrieron el desgaste implícito en ese menester, porque, aunque Madero si hizo gobierno, su muerte lo rescató del antagonismo histórico.

El próximo sábado asume la presidencia de la república mexicana Andrés Manuel López Obrador, su bandera insignia es la Cuarta Transformación de México, lo cual significa un cambio de tripulación con ideas diferentes a los pilotos anteriores, pero debemos suponer un destino orientado para llegar más rápido a un anhelado y progreso compartido. Encuentra una economía fuerte, aunque con bajo crecimiento, de poco más del 2 por ciento, AMLO alza la mira al 4 por ciento para el primer año, 2019, aunque la realidad plantea otra perspectiva, que lo logre es nuestro deseo.

Está comprobado que toda transformación de estructura social, política y económica implica una ruptura con el orden establecido y que, por consecuencia, se desatan pugnaces controversias entre quienes defienden el orden establecido y quienes pugnan por trastocarlo e imponer uno nuevo. Por esto no extraña cuanto está sucediendo en México, sin embargo, en las prisas por conseguir cuanto antes los objetivos trazados, MORENA ha abierto frentes de desencuentro en, por lo menos, dos factores de poder fáctico en nuestra sociedad: los empresarios y la Iglesia, lo cual no es poca cosa, según experiencias del pasado nacional.

Andrés Manuel López Obrador está decidido a institucionalizar la democracia participativa en México, sin duda una muy buena intención, pues muestra un aceptable grado de avance democrático. El referéndum, el plebiscito, la revocación de mandato son herramientas útiles para que la población se exprese en el sentido que mejor le convenga, de allí la utilidad de las consultas, siempre que éstas se realicen con apego a la Constitución, no al “ai” se va ni con dedicatoria propia y resultados a modo.

Como ejercicio democrático la consulta ciudadana es una herramienta bien ponderada por su eficacia, por cuanto a que recoge la voluntad popular y ayuda a diseñar políticas públicas originadas en el consenso entre el mandante y el mandatario. Pero si la consulta reviste signos aleatorios, solo para encubrir una decisión ya tomada, muy ajena a los propósitos democráticos que se persiguen, y se utiliza para encubrir el voluntarismo del gobernante, entonces es simulación. Lamentablemente esas son las señales de la nueva consulta sobre el Tren Maya y la refinería en Tabasco, dos proyectos anunciados como prioritarios cuyas fechas de inicios ya se han difundido, de esa manera, cualquier consulta agravia la inteligencia ajena y desvirtúa los méritos democráticos y el desarrollo económico pretendido.

También preocupa, además, que los políticos emergentes por la vía de MORENA todavía no adquieren conciencia que ya no son “detractores”, como dice Yeidckol Polevnsky: “Después de tantos años en la oposición, les cuesta trabajo darse cuenta que ya somos los mismos, no nos tenemos que pelear entre nosotros; tenemos que coordinarnos porque el enemigo está en otro lado”. No fue muy elegante ni eso de “detractores” ni lo de “enemigos”, pues suena poco amistoso, ya que la lucha política se establece entre mexicanos de pensamiento diferente, cuyo propósito es conseguir un país mejor, independientemente de las siglas partidistas, en todo caso serían adversarios, nunca enemigos.

La política es y seguirá siendo una de las actividades más nobles del acontecer humano, aunque esa condición se ensombrezca debido a las penurias de la condición humana. ¿Cuántos actores políticos surgen a la palestra pública investidos como adalides de la defensa ciudadana, pero que una vez “tocados” por el poder olvidan sus primeras intenciones? Y no hay peor síndrome que la adicción al Poder, patología bien enraizada en nuestro continente, Andrés Ortega en Nicaragua, Nicolás Maduro en Venezuela y Evo Morales en Bolivia son fiel testimonio. Este último lo confiesa sin reparo alguno al admitir que ya “se acostumbró” a ser presidente y ahora “no quiero salir, y ese es el problema que tengo”.

Y tal ocurre en la esfera nacional, aunque acá en la aldea los sucesos políticos también menudean porque estamos en el umbral de otro cambio de gobierno, dos alternancias partidistas en solo un par de años necesariamente cimbran cualquier entorno político. Con Miguel Alemán Velasco retirado de la política activa del estado, con Fidel Herrera en serios problemas de salud, con Duarte de Ochoa encarcelado, con Miguel Ángel Yunes Linares a punto de entregar el mando asistimos al cierre político de toda una época veracruzana, es trascendente porque se trata de un relevo no solo partidista sino generacional, de clase y de pensamiento político.  

Exponente de una época política en Veracruz, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares quedó atrapado en la telaraña con la cual tejió su relación con los medios de comunicación de la entidad, a los cuales relegó a un plano de ignorancia en subliminal mensaje de “no te necesito”, privilegiando a la vez a ciertos medios de corte nacional; resultado de esa estrategia errónea recoge ahora amargos frutos. A solo días de entregar el mando estatal el gobernador luce en solitario, ignorado en las acciones que despliega, pero de las cuales se destacan subrayadamente los aspectos negativos: inaugura un hospital y la difusión del evento descubre que solo entregó un edificio para hospital, no necesariamente un hospital, sin equipo ni medicinas, tampoco personal médico ni paramédico. Y sobre la inseguridad que prevalece en la entidad solo se suman los índices delincuenciales al alza, pero para nada los golpes asestados contra el crimen. Toda una enseñanza sobre la conducta a seguir por todo gobernante respecto a los medios de comunicación: “ni tan cerca que lo queme, ni tan lejos que no lo alumbre”.

Y de esa clase política que ya se va, pero que al parecer todavía patalea, proviene Gonzalo Morgado Huesca, un priista muy de antaño y reconocido en la entidad veracruzana, desde que dirigió al PRI durante los seis años del periodo de don Rafael Hernández Ochoa (1974-1980); por esa larga militancia en activo adquirió experiencia y ha mostrado eficiencia en la operación política a la usanza priista. Pero como todo por servir se acaba, en los últimos años ha recibido acerbas críticas de sus adversarios al interior de las filas priistas y de fuera de ellas, sin embargo, se mantuvo fiel al tricolor. Ahora, cuando se suponía iría al dorado retiro, renuncia al PRI supuestamente con la peregrina intención de crear otro partido. Sin duda, cada cabeza es un mundo, aunque el tiempo y las circunstancias categorizan las acciones humanas. No es Morgado el único en adoptar esa decisión, habrá otros más adelante, ya en el pasado lo hicieron Miguel Ángel Yunes Linares, Armando Méndez de la Luz, Amadeo Flores Espinosa, también ex presidentes priistas, y forman ya legión con ese síndrome. Pero sin duda, reflejan la riqueza política emanada del PRI, a la vez que explican en mucho la permanencia de este partido en el Poder.

Otra generación entra al relevo, que en Veracruz personificará Cuitláhuac García, quien como gobernador entrante debe tener la seguridad de encontrar un pueblo unificado por la esperanza de su exitoso desempeño al frente del gobierno estatal, en ese sentido cuenta con el gran aval de la confianza ciudadana, y para mejor fortuna la sinergia positiva del presidente López Obrador. Pero esa esperanza conlleva el riesgo inherente de la desilusión, no podría ser de otra manera después de 14 años de inercias improductivas. Ningún veracruzano bien nacido querrá el fracaso de Cuitláhuac García, a quien deseamos que su luna de miel con el poder sea duradera, que refleje en acciones la compatibilidad entre los buenos propósitos y las realizaciones de gobierno, porque, debemos suponer, Veracruz ya no está para bollos.

alfredobielmav@hotmail.com

23- noviembre