CAMALEÓN / El juicio de la historia / Alfredo Bielma

CAMALEÓN

El juicio de la historia

Fue larga e interesante la entrevista que hizo al presidente Peña Nieto el periodista Joaquín López Dóriga en Radio-Fórmula, allí tuvimos oportunidad de observar a un presidente de salida convencido de sus adversas circunstancias, pero explicando su desempeño durante los seis años de su periodo, ya en el interregno a punto de la transición. Reconoce aciertos y enfatiza fallas, somete al juicio de la historia la calificación de su gobierno, consciente como está de su baja popularidad actual. Quizás para atenuar el impacto de esa sugerencia el entrevistador recordó otras transiciones presidenciales acompañadas de severos conflictos heredados al sucesor: Echeverría expropiando los valles del Yaqui y Mayo, López Portillo nacionalizando la banca, y Salinas de Gortari dejándole a Zedillo la carga de “los errores de diciembre” que implicaron la devaluación de la moneda.

Hasta ahora no sucede así entre Peña Nieto y su sucesor, aun cuando presidente en funciones y el presidente electo mantienen perspectivas diferentes y éste último ha dado muestras de dar marcha atrás con la reforma educativa, ha calificado de vil mentira la reforma energética y otros proyectos mantienen el signo de interrogación respecto de su futuro inmediato. Ambos, Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador pertenecen a partidos políticos de diferente signo ideológico y conciben proyectos de nación muy diferentes, sin embargo mantienen la fiesta en paz. Hasta ahora.

No podría ser de otra manera, AMLO ganó arrolladoramente esta elección, pesan sobre sus hombros las promesas de campaña y las expectativas creadas deben generar mucha presión; su experiencia abrevada durante años en la oposición le enseñan la versatilidad popular, que si no se controla convierte la simpatía en repudio a la velocidad de un rayo. Son muchos y muy grandes los proyectos para cumplir con la transformación anunciada, por ahora todo camina sobre rieles, así continuará hasta el momento de contrastar los deseos con la realidad, cuando llegue el momento de hacer gobierno y emprender el cumplimiento de lo ofrecido, entonces empezaremos a medir las posibilidades del cambio.  

Renovare, regenerare, fueron términos forjados como expresión de un cambio de régimen en el siglo XIII, aunque finalmente se utilizó el de Renacimiento, como conocemos aquel lúcido momento de la humanidad, cuando alboreaba un mundo cimentado sobre las nuevas relaciones de producción, circunstancias económicas que dieron lugar al surgimiento de una nueva clase social en sustitución del feudalismo. No es coincidencia lo de Movimiento de Regeneración Nacional para impulsar la cuarta transformación de México, pues no es incipiente su formación ideológica ni son historiadores diletantes quienes sugirieron el nombre de Movimiento Regenerador. Pudiéramos encontrar en Blas Urrea (seudónimo con el que don Luis Cabrera escribió sus sesudos análisis sociopolíticos en 1911 en la etapa prerrevolucionaria del siglo XX) un genuino precedente para comprender los acaecimientos actuales. Acaso tampoco sea coincidencia el que Marcelo Ebrard haya escogido la plazoleta dedicada al insigne Luis Cabrera en la colonia Roma para su conferencia de prensa.

Don Luis Cabrera recomendaba al equipo de Francisco Madero no transigir los términos de la Revolución que encabezaba con los enviados del gobierno porfirista, cambio de hombres en el gobierno, era la divisa entonces, pero los Acuerdos de Ciudad Juárez dieron al traste con el cambio que se buscaba, en ese pecado Madero llevó la penitencia de la Decena Trágica e hizo decir a Carranza “Revolución que transa, Revolución que fracasa”.

Ese es el espíritu que anima al Movimiento lopezobradorista, cambio de actitudes, cambio de comportamiento, relevo de hombres, si lo logra México dará un vuelco favorable en su historia, en ese trance encontrarán en la historia de lo que se conoce como “priismo” un extraordinario recuento de lo que debe hacerse y/o evitarse, quizás repetirán actitudes de cuando el PRI era cumbre, pero son métodos eficaces que la otrora hegemónica maquina partidista utilizó con sobrado éxito, lo cual no implica necesariamente que no pueda superarse.

Hace seis años, recién tomó posesión de la presidencia, Peña Nieto anunció como un alcance magnifico, y así lo era, el acuerdo a que llegaron los partidos políticos para legislar las reformas por México, que finalmente se convirtieron en leyes. Para esta nueva etapa, AMLO no va a necesitar de ese esfuerzo adicional porque cuenta con una extraordinaria mayoría legislativa que le permitirá la aprobación de todas sus iniciativas. Al margen de si tal condición contribuye o no a la democracia, los mexicanos esperamos que sea para bien de México y si eso representa darle mayor celeridad a la solución de nuestros problemas como país, pues adelante.