Florece Xalapa: aciertos y errores

Cecilia Muñoz

Polisemia

Servicios de salud gratuitos para trabajadores sin prestaciones de salud en sus empleos. ¡Justo lo que necesitaba después de una visita al oculista que me costó el ojo de la cara que pretendía curarme! Leo la noticia con agrado y registro la cita en mi agenda: del viernes 20 al domingo 22 de julio en la colonia Rafael Lucio, de 8:00 a 14:00 horas, parte del programa Con Salud, Florece Xalapa.

Diagnósticos de laboratorio, profilaxis, aplicación de flúor, extracciones dentales, ultrasonidos pélvico y obstétrico, electrocardiogramas y Papanicolau fueron los servicios ofrecidos durante el fin de semana pasado en la colonia Rafael Lucio, en el conocido “adoquín”, sitio donde se ubica un centro de salud y una pista a donde se puede acudir a realizar ejercicio, así como a eventos culturales. Movida por la curiosidad, la oportunidad y, sobre todo, la necesidad, decidí aprovechar la jornada, con resultados casi satisfactorios.

¡Sí, casi! Porque aunque el resultado final podría considerarse positivo, para llegar a éste tuvimos que afrontar un rato que dejó mucho que desear, por no llamarlo directamente negativo. Empecemos por lo malo: mi pareja y yo llegamos poco antes de las 8:00 del día viernes. No nos sorprendió ver que antes de nosotros había llegado gente verdaderamente madrugadora. Casi 60 personas nos precedían, entre ellas madres, sus hijos y adultos mayores. Afortunadamente, el DIF Xalapa y el personal de la Jurisdicción Sanitaria V habían pensado en los asistentes, por lo que proveyeron de sillas suficientes para al menos un centenar de ellos, así como una carpa en la cual resguardarse del sol. Hasta ahí todo bien, ¿qué era un rato de espera a cambio de recibir un servicio de salud gratuito y profesional?

Sin embargo, los minutos pasaban. Empleados del Ayuntamiento y del DIF hicieron su aparición, afanados en montar el presídium para la inauguración. ¡La inauguración! La gente se revolvía mientras el tiempo transcurría. Los niños se desesperaban y sus madres intentaban calmarlos. Otras personas se lamentaban por no haber dejado desayunado, al tiempo que el sol se colaba por diversos espacios de la lona, molestando a varios ciudadanos.

Mientras tanto, el presídium no acababa de ser arreglado… ¡incluso llegaron a desmontarlo! ¿Qué pasaba? ¿Se había cancelado todo? ¿Quién se había retrasado? Parecía que no se habían dado cuenta de que toda esa gente, que pronto llegó al menos a las 100 personas, había madrugado para atenderse temprano, irse temprano y continuar con sus actividades diarias. Quizás serían vacaciones para los menores, pero no para sus madres que debían hacer el mandado y de comer, ni para el hombre que detrás de mí comentaba que esperaba que le diera tiempo de llegar al trabajo, aunque fuera con retardo.

Al mismo tiempo, personas con chaleco que los identificaban como miembros del Ayuntamiento tomaban fotos del atestado adoquín. ¿Acaso planeaban exhibirlas como prueba de su capacidad de convocatoria? ¿No podían hacerlo mientras la gente pasaba rápida y oportunamente a ser atendida?

Finalmente, un funcionario del DIF, a las 8:50, tomó el micrófono. Dijo que le alegraba ver a tanta gente preocupada por cuidar su salud y que la jornada empezaría en breve, pues estaban conscientes de que habían llegado temprano, sin desayunar y con pendientes que realizar, por lo tanto no harían esperar hasta la inauguración que sería hasta las 11:00. ¡Qué considerados! Dicen que mejor tarde que nunca, ¿no?

No puedo dejar de mencionar el rato de diversión que vivimos en cuanto los primeros en llegar fueron llamados para tomar sus datos, previo a pasar al servicio médico deseado. Nos habían acomodado en dos bloques de sillas conforme íbamos llegando, pero en vez de hacernos avanzar de la misma forma, alguien decidió movernos en forma de “caracolito”. Como resultado, en cierto momento descubrí a una señora que inicialmente había estado a mi derecha, a la izquierda, tan confundida como yo, aunque probablemente ella no lo encontrara tan hilarante. A causa de los reclamos, pues gente que había llegado después estaba pasando antes, los organizadores recularon y decidieron pedir a las personas que avanzaran por filas, una decisión que de ser tomada antes les habría ahorrado muchas quejas.

Del paso previo a ser canalizada al servicio que requería no puedo decir mucho. Los datos se tomaban de forma rápida, un poco brusca. Además, tengo la sospecha de que no me pesaron realmente y me sorprendió que quienes me atendieron asumieran inmediatamente que estaba casada y con hijos, lo cual probablemente hable más de los índices de pobreza, marginalidad y fecundidad de la población atendida que de mí misma…

Lo positivo y por lo que creo que la espera valió la pena fue el servicio prestado. La enfermera y la doctora que me atendieron fueron en todo momento amables y cálidas. Noté que la tardanza en la atención a algunas pacientes se debía a que las orientaban con verdadero interés y resolvían sus dudas. Supe que se sentían cansadas, pero muy sorprendidas y contentas, pues no esperaban tanta gente. Ver a tantas personas las animaba a corresponderles con un trabajo eficiente. El profesionalismo fue la marca de los servicios ginecológicos de la Jurisdicción Sanitaria V. ¡Bien!

A las 12:00 estaba fuera. Hambrienta, un poco cansada, pero satisfecha con el resultado final. He de felicitar al DIF, a los servicios de Salud y al Ayuntamiento xalapeño por pensar en las personas que no tienen acceso al seguro social y que encuentran dificultades para pagar un médico privado. Pero por favor, mejor organización para la próxima: no hay necesidad de hacer esperar a la gente en lo que se ponen de acuerdo para un mero acto protocolario que a los asistentes ni les va ni les viene cuando se trata de cuidar su salud.

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