Elección fundante

CAMALEÓN

Elección fundante

Las características y el desarrollo del actual proceso electoral lo pudieran definir como el de una elección fundante, es decir, sus resultados implican transformación del régimen político mexicano. Una de ellas se podrá observar en la conformación de fuerzas en el Poder Legislativo, otra en la fuerza política que gane la titularidad del Poder Ejecutivo.

Ya sea por tradición, ya debido al presidencialismo imperial, o bien por el régimen de partido hegemónico y partidos políticos no competitivos, o por elecciones amañadas, etc., cada seis años concentramos nuestra atención en la figura presidencial, solo marginalmente nos ocupamos de las candidaturas a diputados y senadores, a causa de la subordinación del Poder Legislativo al Ejecutivo. Aunque ese expediente está siendo relegado al registro histórico porque de algunos años a la fecha las Cámaras legisladoras han sido el escenario propicio para impulsar o retener reformas trascendentes, que favorecen o entorpecen la marcha del Presidente de la república; así enfocado se clara la posición estratégica del Poder Legislativo en la transición mexicana.

Pero antes de esos supuestos están los resultados electorales, ¿cuál será la voluntad ciudadana, por quién orientará mayoritariamente su voto? es la premisa previa. Mucha población votante se manifiesta enojada contra el PRI, al cual culpa de todo lo malo que sucede en el país, no razona sobre las causas: simplemente, el gobierno tiene la culpa de todo lo malo, olvida lo mucho de bueno que hay, porque finalmente es su obligación procurarlo. Hace seis años el PRI superó al PAN, partido que estaba en el gobierno, pero su candidata apechugaba las culpas del desgaste de Calderón y fue relegada al tercer lugar en número de votos. Ahora, el PRI vive esas circunstancias y enfrenta una oposición mucho más organizada y la competencia se torna feroz. Adicionalmente, al interior de la ciudadanía hay sectores acentuadamente polarizados, de inexorable posicionamiento a favor de un partido o de un candidato. Sin duda, esta es una elección de encrucijada histórica para México, pues su desenlace inmediato está en el 1 de julio, aunque sus consecuencias son de plazo más largo.

Es frontal el encontronazo entre el candidato del Frente PAN-PRD-MC y el PRI- gobierno, en el que Ricardo Anaya reparte su tiempo para atender su campaña y defenderse de la seria acusación formulada en su contra por la PGR. Por ese diferendo surgen las especulaciones: que si la campaña de Anaya resulta afectada el panista apoyaría a Morena, pero eso es poco probable pues esa actitud desbarataría en automático al Frente por México, porque ni modo que en esa hipotética aventura lo acompañen los panistas duros y lo que queda del PRD. Pero sí es posible que si de esta discrepancia el PRI resultare desfavorecido, entonces AMLO tronaría los cohetes.

Hace seis años sonaba fuerte el rumor sobre la injerencia de Salinas de Gortari en vías de favorecer la candidatura de Enrique Peña Nieto a la presidencia de la república, ahora esa comunión se presume en crisis y refieren que ambos personajes militan en frentes opuestos. Igual se advierte en el frente panista, ahora que están polarizados por el efecto Anaya, por un lado Vicente Fox asegura que nada tuvo que ver en el intento de desafuero de López Obrador en 2005, pero Diego Fernández de Cevallos le restriega información recordándole ciertas partituras de aquel episodio. Lo paradójico es que enfrentan un adversario común, dispuesto en la primera oportunidad a cobrarles las afrentas de antaño.

Si otra cosa no ocurre, Miguel Ángel Mancera será senador de la república, es el responsable de diseñar para México un Gobierno de Coalición, en caso de que “Por México al Frente” gane la presidencia de la república. Mancera refiere que un cambio de régimen implica “un gobierno más horizontal y democrático”. Define: “Un gobierno de coalición es la repartición de responsabilidades entre fuerzas políticas…”; “que no mande solo el presidente…”. Pero ese proyecto está supeditado a un convenio entre los partidos del Frente y a que Anaya gane la elección. La doble condición dificulta el propósito: porque si Anaya resultare favorecido la interrogante es obligada: ¿respetará ese convenio?

Sin embargo, las circunstancias en México están acomodadas para un cambio sustantivo en la forma y el fondo de nuestro Sistema político, los matices quedarán subordinados al candidato triunfador y a la correlación de fuerzas en el Congreso. Todo esto configura un escenario de singular relevancia histórica.

 

alfredobielmav@hotmail.com

10- marzo.