LO PEOR DEL PODER ES EL PRAGMATISMO DE LA BRUTALIDAD / Joel Vargas.

El libro CIEN AÑOS DE LUCHAS SOCIALES EN MEXICO es interesante, no porque se descubra algo nuevo, sino porque habrían de confirmar las nuevas generaciones que la pobreza en nuestro país es un asunto grave, peligrosamente extendida y que su desaparición requerirá de muchos años, pues la pobreza se ha tornado cancerosa, prácticamente sin remedio porque su metástasis social aumenta en forma complicada; cada vez hay más pobres, mayor cantidad de nacimientos, más hambre, menos empleos, menos satisfactores alimentarios. La gente se está muriendo de enfermedades curables, la infraestructura hospitalaria es lamentable, los médicos viven inseguridad de muerte.

De dos estamentos que conforman la sociedad mexicana solamente uno produce servicios, como son los médicos, los profesores, los abogados, los sacerdotes y una amplia gama de intelectuales que trabajan en los ramos de la educación, la cultura, el arte y la invención y desarrollo técnico. El otro grupo humano satisfacen las necesidades gástricas, son los responsables de proporcionar un estómago pleno, como los ganaderos, los avicultores, los pescadores, los agricultores y los empresarios agroindustriales.

De cada cuatro mexicanos solamente uno produce, por lo mismo el 53 por ciento padecen una pobreza real y que se relaciona estrechamente con la falta de dinero, capacitaciones y creación de factorías industriales nacionales para evitar la explotación de empresas extranjeras que operan en México con tintes de esclavitud, con salario de ochenta pesos diarios por más de ocho horas de trabajo. El 75 por ciento de los ganaderos mexicanos son pobres, carecen de técnicas productivas y practican una ganadería ejidal de subsistencia y autoconsumo.

En México conviven seis rangos sociales. Los ricos, la clase media alta, la clase media media, la clase media baja, los pobres y los miserables. Existen símbolos externos que nos dicen en forma concreta cuando se pertenece a una clase o a otra. Entre los muy ricos y la clase media alta existen un poco más de dos millones, pero es bueno tomar en cuenta que somos 127 millones de mexicanos, por ello todo mundo desea pasar a las clases superior en busca de dinero y poder. Nada fácil, por supuesto; de las clases medias hacia los miserables somos muchos, es explicable porqué las clases medias y bajas buscan un sitio en la abundancia del dinero. Nadie quiere ser pobre y menos miserable. De ahí la lucha de clases y el saqueo del dinero del pueblo.

Aristóteles afirmó hace mucho tiempo que el hombre tiende por naturaleza al poder. El ser humano en su desarrollo busca el poder como condición de triunfo. Sin poder el ser humano vive una especie de rezago que lo masifica y lo hunde en el tumulto amorfo de los sin destino. Quizás por ello la frenética acción en su lucha por la conquista del poder. Y en atención a esa febrilidad ontológica las reflexiones del filósofo nos advierte que al poder no llegan los más sabios, sino los más tercos. Que el poder sin sabiduría es tiránico y que la sabiduría sin poder es frágil. Lo peor sería la brutalidad del poder.

Las clases medias altas que conduce nuestro país son multimillonarias y están repartidas en todo el territorio nacional, en sus 32 entidades y, que incluyen burócratas jefes de áreas y miembros de los poderes Ejecutivo y Judicial. Son muchos los funcionarios diversos que cuentan sus capitales por millones y necesitan de los pobres y obreros proletarios para continuar aumentando sus riquezas, como si fueran a ser eternos. Por ello se da una lucha a muerte por el poder. Tal vez como los gringos: “El mejor indio es el indio muerto”. Y es que el poder produce dinero, así sea robándoselo a los jodidos.

Bien decía Francisco Bacon: “Constituye un raro dese buscar el poder para perder la libertad”. O, robarse el dinero del pueblo para consumir la vida en alguna cárcel. Sería el florecimiento de la brutalidad.