Centro Veterinario Xalapa

Cecilia Muñoz

Polisemia

A pesar de que es uno de los espacios mejor equipados de Xalapa en cuanto a tecnología enfocada al cuidado animal se refiere, el Centro Veterinario Xalapa (CVX) tiene una fama ambivalente. Por un lado, sus detractores conforman un número nada despreciable y saltan a la primera mención del sitio para compartir su mala opinión al respecto, muchas veces –hay que decirlo– producto de una mala experiencia. En cambio, sus partidarios no cesan en sus alabanzas a los servicios, también a menudo fruto de una experiencia personal que resultó positiva.

Si soy honesta, he de decir que nunca fui fan del lugar. Hace un par de años acudí con nuestra gata, de un mes entonces, y aunque la atendieron y la medicaron, al cabo de unas horas decimos llevarla con nuestro veterinario de cabecera, cuyo diagnóstico fue más efectivo. Hoy Cathy, esa criaturilla delicada que llegó a nosotros con apenas unas semanas de vida, es una gata preciosa, orgullosa y un tanto insoportable.

Tras aquella experiencia, las historias que contaban sobre el lugar tampoco me animaban a volver por cuenta propia al Centro Veterinario, aunque en varias ocasiones acudí derivada por nuestro veterinario de confianza para sacar radiografías. De ello no tengo queja: a nuestros gatos los trataron bien, incluso con cariño y alegría.

Entonces llegó el día en que tuvimos que asistir al CVX, quisiéramos o no. Era un festivo, todas las demás veterinarias estaban cerradas y Henry, nuestro cocker spaniel, no respondía. Quedó internado y al día siguiente murió. El shock del veterinario que nos atendió era evidente, pues horas antes parecía estarse recuperando. A pesar de los primeros análisis, nunca lograron identificar qué tenía.

Aunque decidí no volver al Centro Veterinario, una decisión mezcla de dolor y desconfianza, este diciembre tuve que revocar mi decisión, pues Hobbes, nuestro gato de ya una década, enfermó. Asmático, el pobre, no podía respirar y su veterinario de siempre nos advirtió que era necesario darle oxígeno e internarlo. El CVX era el lugar indicado para eso. Muy a mi pesar, lo dejé hospitalizado.

Al quinto día nos dijeron que ya podía irse a casa. Presentaba mejorías, aunque aún no podía considerarse un paciente dado de alta. Desde entonces ha estado yendo a revisiones semanales, tomando sus medicinas y haciendo su vida normal, en la medida de lo posible.

Como decía, el Centro Veterinario de Xalapa tiene una fama ambivalente, producto de las experiencias a veces positivas y otras, lamentablemente negativas. Lo cierto es que la vida es un misterio y a veces, salvaguardarla es complicado o imposible, a pesar de todos los esfuerzos. Y parafraseando a JK Rowling, todos nos volvemos un poco locos cuando se trata de nuestros animales de compañía: exigimos lo mejor y a veces hasta milagros. Quizás por eso hace un tiempo me hubiera inclinado más hacia el rechazo al lugar, pero hoy puedo decir que he tratado con veterinarios profesionales, entregados e interesados en mejorar la salud de mi querido Hobbes. Y con eso me quedo.

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