MANUEL C. TELLO, PEDAGOGO EJEMPLAR.

Archivo de Leonardo Zaleta.
Cronista de la ciudad.

Respetable autoridades, representaciones y corporación oficial y docente:
No sabría expresar a ustedes, qué clase de pensamientos se han suscitado en mí, desde que supe que este centro escolar tan magníficamente construido llevaría mi nombre, y si no sabría expresar mi pensamiento, mucho menos sería capaz de expresar mi emoción; pero toda vez que el plantel lleva mi nombre, paréceme necesario que se sepa en esta comunidad progresista y fuerte que desde hoy se enorgullece con un hermoso edificio escolar, quien es Manuel C. Tello.
Que lo sepan quiero, no por palabras de alabanza que el cariño dicte; pueden haber sabido de mi por mis alumnos, por mis amigos, y el afecto siempre impulsa a presentar a las personas de la mejor manera posible. No quiero ese punto de vista: el que me guía es un principio moral, puede ser discutido; en el que voy a apoyarme no pude ser discutido; me refiero a la ley moral de la sinceridad, a que se sepa dentro de mi conciencia lo que soy y, claro, no podría decirles a ustedes punto por punto todos los sucesos de mi vida que cumple 72 años.
Mi historia es muy larga, pero en síntesis lo importante es: primero, que soy de origen humilde, de un hogar pobre; mi hogar de niño en el cual nací, fue un hogar modesto pero limpio; soy hijo de un carpintero, de un trabajador y desde que nací, conocí las herramientas del trabajo y en mi sangre está el olor de la viruta de la carpintería, que todavía me llena el alma cuando la aspiro.
Sigue otro episodio de mi vida: haber ido a estudiar a Xalapa a la Escuela Normal del Estado; lástima si no lo pueden oír todos los niños, pero sus profesores que me escuchan, les dirán para que lleven aliento en su niñez, que este viejo maestro que habla, fue a estudiar a Xalapa siendo un niño pobre y además huérfano de padre y madre. Tenía yo 14 años y para que se pueda considerar qué clase de amparo me llevó a hacer una carrera, debo decir, que mi capital cuando llegué a Xalapa era de ¡dos pesos con cincuenta centavos! Huérfano, solo y pobre, yo no hubiera podido hacer mi carrera de no haberme tendido la mano el gobierno de Veracruz; se me dio una pensión de veinte pesos, y siendo huérfano por demás está decir que no tuve ni quien me socorriera; con veinte pesos mensuales hice mi carrera.
Comencé a trabajar y de la historia de mi vida de maestro, debo decir: que lo mismo he sido maestro de rancho con treinta pesos mensuales de sueldo, que he sido Director General de Educación en tres estados del país, es decir, que mi dedicación al magisterio en el que llevo ya 53 años de laborar, ha sido en un lugar, en otro, en el de más allá, sin fijarme nunca, ¡cuánto gano! ¡Ni qué puesto voy a ocupar! Guardo con una gran satisfacción en el recorrido de mi vida de maestro, el haber ocupado todos los cargos, desde ayudante de escuela de pueblo, hasta el puesto actual que desempeño: director de la Facultad de Pedagogía dependiente de la Universidad Veracruzana.
No creáis que dentro de mi sinceridad solo viva en mi alma la modestia. También tengo ese sentimiento especial de satisfacción de haber lo mismo laborado en un cargo que en otro, de haber ocupado todos los cargos del escalafón, que me han llevado paso a paso a ascender; y claro, el tener esa satisfacción es para decirle a los niños que se levanten a la vida… nunca pierdan las esperanzas, el individuo que trabaja, el hombre que cumple con su deber en aquel puesto que sea, en todas las circunstancias puede doblegar las circunstancias, levantar su figura siempre altivo, porque cuando es uno de origen humilde sabe someterse a las circunstancias de la vida, pero jamás se humilla ante los hombres.
Por ese sentir he sido un rebelde; en mi vida aquí en la huasteca, en la época de la revolución maderista se me expulsó, y si no pude trabajar en el Cantón de Tuxpan, no fue porque yo tenga en mi vida una sola mancha de deshonor, fue sencillamente porque me cautivó la causa del pueblo y estuve al lado de Madero desde el primer día, aun cuando nunca usé las armas porque no se manejarlas, y les aseguro que no podría manejar una pistola…pero no es solo la vida de las armas, porque también puede uno luchar con el pensamiento y la idea, y así, yo colaboré con mis escritos, con mis discursos, con la alegría del espíritu, por la causa revolucionaria.
Este es pues, Manuel C. Tello: un simple maestro de escuela, pero al decir simple, no quiero decir nada en desdoro de mi profesión, la que he desempeñado por 53 años, y sigo desempeñando; digo simple, atento al sentir que la voz conocida y popular expresa: que la pedagogía, la vida del maestro de escuela, no da para automóvil, y efectivamente ¡yo no tengo automóvil! Claro, si es simple desde el punto de vista material el servicio docente, no lo es desde el punto de vista espiritual…¡es tan gran de mi profesión! ¡la quiero tanto!
Creo que la patria y los niños deben tanto a los maestros, que diría yo: solo hay una labor más alta que la de la escuela…¡la de madre de familia! Por esta declaración sincera, quiero dejar aquí en esta escuela que tanto me honra con que lleve mi nombre, el más cordial voto que brota de mi espíritu, voto consistente en desear que si al paso del tiempo, el tiempo mismo lucha por incrustar en esta paredes el polvo de los años, por dejar en los techos cuanto los vientos y las lluvias arrastran, que haya siempre manos diligentes que vuelvan a pintarla, que vuelvan a hermosearla, para que este lugar, esta comunidad del kilómetro 52, colonia Manuel Ávila Camacho, siempre sienta la satisfacción de que su escuela es siempre alegre… limpia…
Quiero dejar mi voto porque así como hoy todos estos niños atraviesan el umbral para venir alegres, contentos, a recibir la luz de la verdad, mañana vendrán los hijos de estos niños y así, constantemente la cadena de las generaciones siga viniendo con el mismo gusto, sabiendo que vienen a un lugar tan sano como su propio hogar, tan fructuoso como todos los hogares; donde encuentran maestros tan abnegados cual si tuvieran en su corazón, un corazón maternal.
Quiero dejar mi voto, porque así como hoy laboran aquí los maestros dedicados, maestros entusiastas que han puesto muchos de sus esfuerzos para lograr este hermoso edificio, todos vendrán mañana, pero los que vengan como los de hoy y como los de siempre, tengan presente el sentir del magisterio; que sean siempre como una linfa en corriente clara y pura, que nunca haya aquí un pantano donde pululen el egoísmo, la vanidad y la indiferencia…
Quiero dejar también mi voto, porque si creen ustedes que este hermoso edificio va a llevar mi nombre, solamente pido que siempre esté limpio…Quiero dejar esta protesta como un juramento. Manuel C. Tello es solamente un profesor de escuela. ¡Pero es un hombre limpio!
Palabras pronunciadas por el ilustre pedagogo Don Manuel Crisanto Tello Medorio, en la ceremonia de inauguración de la escuela primaria “Kilómetro 52”, que a partir del 1 de octubre de 1956 lleva su nombre. Calle Sarabia, Col. Manuel Ávila Camacho, Poza Rica, Ver.