AQUELLOS TIEMPOS

*De Octavio Paz: “No defiendo sus opiniones: defiendo su derecho a sostener ideas distintas a las mías. Defiendo nuestro derecho a disentir del poder de los poderosos”. Camelot.

AQUELLOS TIEMPOS

 

Los de mi generación fuimos destetados viendo, leyendo y observando a tres medios nacionales. En ese orden: Telesistema Mexicano, que ahora es Televisa y que, en aquel tiempo, la televisión se veía en blanco y negro y por las noches el conductor del noticiero nocturno no era ni Jacobo ni López Dóriga, era Ignacio Martínez Carpinteyro, que cerraba el ojito coquetón al despedirse, y lo patrocinaba la Mercedes Benz. Luego vendría el Tigre Azcárraga a reñir con el padre y decirle que los noticieros debían ser hechos por la televisora, no por los periódicos, como se estilaba. Costaba un huevo y la mitad del otro ver televisión. Recuerdo en el patio de mi casa, que es particular y se llovía y mojaba como los demás, la primera televisión que llevó mi padre al pueblo, los técnicos demoraron tres días en medio bajar la señal, con una antena que medían los tubos 15 metros de altura, y en lo alto la antena rómbica o cómo se llamara. Se veía con neblina, como si se caminara en Londres o en Orizaba de los años 60s, cuando una neblina llegaba y se estacionaba varios días. El primer Mundial de fútbol que vi fue el de 1962, en Santiago de Chile, recuerdo que Telesistema nos ponía los juegos un día después, porque la unidad de Videotape enviaba por avión el carrete grabado y así lo admirábamos. Con aquella que, a mi parecer, fue y ha sido la mejor selección que hemos tenido, donde perdimos con Brasil y España por un error de último minuto, para corroborar aquello de Fernando Marcos: “El último minuto también tiene sesenta segundos”, pero ganamos nuestro primer triunfo en un Mundial a Checoeslovaquia, que fue finalista. Los juegos eran narrados por Paco Malgesto, no recuerdo si ahí andaba ya el mejor narrador de fútbol, Ángel Fernández. Eso era la Televisa de aquel tiempo.

 

PROCESO VS AMLO

 

Los otros dos medios con los que fuimos destetados, eran el periódico Excélsior, que sí era de la Vida Nacional y la revista Siempre, del maestro José Pagés Llergo. Luego llegó Proceso, cuando todos fuimos actores a la distancia de aquel golpe de estado de Echeverría. Que muy muino y encabronado ordenó la incautación del periódico, soltando esquiroles y gachos traidores, entre ellos muchos de esa casa donde dirigía ese diario el gran Julio Scherer. Proceso nació de un golpe de estado intimidatorio, y no va a morir por otro golpe de estado. Desde que nació la compro, ahora anda por Internet pero soy de aquellos amantes a la antigua, que me gusta leer en el papel y que todos los diarios tengan larga vida en esta época de la competencia de las comunicaciones. Me cuesta cada domingo 50 pesos, pero los vale. Ha entrado Proceso en una dinámica que a AMLO le disgustó. Si alguien pensó que tener al hijo de Julio Scherer trabajando en la 4T iba a la revista a ponerla de tapete, se equivocan frescos y fragantes capullos, Proceso quebranta el orgullo como el minero a la roca, por parafrasear al poeta. Siempre ha sido la revista incómoda para los gobernantes que son intolerantes. Como aquel “te pago para que me pegues”, en tiempos del lopezportillismo. La hija de Scherer, María, escribió en su tuiter: “A los lectores de Proceso: la línea editorial de @revistaproceso ha sido, es, y será siempre, independiente. El Consejo de Administración no influye en modo alguno en los contenidos de la revista, que se debe solo a ustedes”.

Muchos vimos el duelo entre el reportero de la revista y el presidente en una mañanera. Era un poco similar, aunque guardando sus distancias, a aquel que tuvo el gran Jorge Ramos, cuando discutió con el presidente en aquel “yo tengo otros datos”. El reportero se la rifó. El presidente defendía su causa de que la revista no los ayuda. Duro caló en el gobierno la entrevista a Carlos Urzúa, el secretario de Hacienda que botó la chamba y en una semana hizo una dura crítica al presidente y al tal Romo, el causante de todas las angustias y todos los quebrantos. Ahí quedaron, digamos en un empate, en un dialogo chile a chile entre el jefe de las instituciones y un reportero que defendió la posición de la revista. Y el presidente, lamentablemente, diciendo que la leía poco, desde que no está Julio Scherer. Hay días así.

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