DE MADRID A VALLADOLID Y PALENCIA (REMEMORO UN VIAJE DE 2008)

Dejo Madrid y parto para Valladolid. De Valladolid recuerdo sólo que en la escuela primaria nos decían la antigua Valladolid, hoy Morelia. La ciudad que le cambió el nombre en homenaje a Morelos, el Siervo de la Nación. Antes era gachupa, hoy morelense. Voy a Chamartin, la otra terminal de sus trenes, tomo un AVE y por solo 20 Euros voy rápido hacia el norte de España. Ahora no voy a la Cantabria, a Santander, solo a la zona Palentina, aquella que Franco hizo granero de España, algo que Agustín Acosta Lagunes pensó hacer en Veracruz, con su granero y yunque. Como la levantada fue muy temprano, ayer sólo dormí cinco horas y ando con el PH hasta arriba y hasta parezco zombie. Con esas horas, en cuanto el tren se deslizó sin sentirlo me eché una siesta mañanera, ahora no vi su campiña a las afueras de Madrid. En una hora se está en Valladolid. Llego al céntrico hotel Felipe IV, dejo mi maleta y a caminar la ciudad, a un bus turístico como el que tienen los Castelán en Orizaba. Paseo por todos lados y aquí me entero que Cristóbal Colón murió en esta ciudad (20 de mayo-1506) y ahora visten el pueblo para las fiestas del V Centenario de su fallecimiento. Cristóbal Colón fue un tipo de mala suerte, con todo y que descubrió América, terminó su vida en la pobreza y, para acabarla de amolar, el nombre del Continente descubierto se le otorgó a Américo Vespucio, de allí lo de América. Pobre. Cierro este breviario cultural y a lo mismo. Hace calor en Valladolid, 18 grados a la sombra, víspera de Semana Santa el taxista me dice que vendrá en dos días el frío, que siempre les pega en esa Semana Mayor. Solo vengo un día y medio y de regreso a la capital, a preparar el retorno de los brujos, o sea yo mismo.

 

LAS CALLES

 

Camino sus calles, la mayoría de las calles provincianas españolas son muy peatonales. Han abierto grandes banquetas para que los turistas caminen a placer. Su arquitectura aquí, como en muchas partes del mundo, riñe lo antiguo con lo moderno. Tienen también su INAH, que no les permite ahora tumbar o tirar lo mismo fachadas que frontispicios o edificios. Comercios y casas habitaciones conviven uno al lado del otro. Con sus balcones señeros para sacar a los viejecitos al sol. Con sus áticos, con su gente amontonada en los bares de copas o los chismosos de cada pueblo haciendo mesa cafetera, con sus mujeres hermosas, ciudad pequeña pero muy bella, sus parques, su Casa Consistorial, su Ayuntamiento antiguo. Una de las joyas españolas que deben de admirarse. Aunque me propuse no hablarles de la comida, les tengo que contar que, por recomendación del conserje del hotel, fui a atascarme a La Pedriza, donde se come el mejor lechazo de cordero, el cordero de dios, que quita los pecados del hambre.

 

EL MEJOR MANJAR

 

Lo promocionan como el mejor manjar de Castilla. Y cuentan la historia. Ahí les va: El profesional de la oveja tiene que saber bien su oficio, el ganadero y el pastor de esta especie ovina se pueden considerar, literalmente, como esclavos de su oficio. Ellos les cambian las pajas de sus camas, atenderlas todos los días, sacarlas en la noche de verano, darles sal, alimentarlas bien, renovar el rebaño cambiando la oveja vieja por ganado joven, y sacarlas al campo haga frío, llueve o truene. El oficio de pastor bien aprendido es más difícil y sacrificado que cualquier profesión. Cuando usted tiene unas chuletillas en el plato, hay que dar las gracias a Dios y al pastor. Pobres, tanto cuidarlas para que venga uno y en media hora se las atarante. Platiqué con el cocinero que las tiene a las brasas, a fuego lento. Me dijo que las empieza a cocer a las once de la mañana, a fuego lento demoran unas dos o tres horas para luego servirlas, escanciada con un vinito.

 

EL REGRESO

 

Pronto nos vamos. Escribo esta columna antes de partir a la tierra de los grandes volcanes, a la de las grandes montañas, la Orizaba querida, voy que regreso como marchante de compras, lleno mi morral de souvenirs. Pasé unos buenos días en Madrid, esa ciudad que su poeta inmortal, Antonio Machado, llamó: “Rompeolas de todas las Españas”, en aquellos días turbulentos cuando buscaban identidad, camino y futuro; en el exilio francés donde encontró la muerte, cuando había dos Españas traicionadas y desgarradas lo mismo por los rojos que por los fascistas, tiempo en el que los hermanos reñían y había sangre por toda esta tierra, sangre que al paso del tiempo aún mancha algunos camposantos, como aquel de Granada, de Federico García Lorca. Retorno de Palencia, duermo una última noche en Valladolid. Es el día 15 del mes, víspera de la Semana Santa, un día antes del domingo de Ramos. Entro a una iglesia, veo a un grupo de Cofradía, aquí todos tienen sus procesiones, sus paseos con sus cristos, a un lado de la vieja iglesia parroquial de San Andrés Apóstol, en su interior un retrato de la Virgen de Guadalupe me emociona, la morenita que llamaba así su Santidad Juan Pablo II, nuestra virgen. La Cofradía se llama del Cristo Despojado y saldrán el día domingo a recorrer buena parte del centro. Tradiciones muy españolas, como las nuestras, las peregrinaciones de diciembre.

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