LA VIDA CON NETFLIX

*De García Márquez: La vida es la mejor cosa que se ha inventado.  Camelot.

 

LA VIDA CON NETFLIX

 

Un amigo me llamó el fin de semana, en domingo, cuando la vida es una tómbola y uno se mete al Netflix para ver y conocer la diversión del cine, de las películas, porque bien lo dijo Kamalucas, un filósofo de mi pueblo: “Lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros”. Cierto, uno se olvida de las mañaneras de AMLO, de los dimes y diretes entre Fifís y Chairos; de si a Fox le intentaba entrar un comando armado o solo iban por el pago de Coopel, como le puso un tuitero, que no había dado el abono de la pijama con la que se le vio en Las Vegas haciendo cola para el desayuno bufete, que ahora no son tan baratos pero cuando este escribiente iba no pasaba de los 12 dólares y te hartabas comiendo para solo hacer dos comidas al día. Las Vegas tiene una particularidad, como todas las casas de apuestas, la comida y la bebida casi la regalan, con tal de que te despeluquen en la jugada, porque ahí solo la casa gana, quien llegue y diga que ganó en Las Vegas, miente con todos los dientes, la Ludopatía los vence. Solo gana el que no juega. Como un entrenador cuando pedía cómo ganarle al Barcelona, y el amigo que estaba al lado le dio la solución: ‘Cuando  Messi esté sentado en la banca’. Me recomendó la cinta Juárez, muy mexicana hasta las cachas, cinta que ve el crimen de los periodistas en el norte del país y que empiezo a verla, con grandes artistas mexicanos y producción de Netflix, que nos relata la historia del semanario Frente Tijuana, publicación en la que, entre otros, se investigan temas de narcotráfico y crimen. Entre sus protagonistas están Damián Alcázar y Tamara Vallarta. A esa apenas le voy a entrar, que haya otro tiempecito, pero me fui a terminar el Concierto de sus Satánicas Majestades, los Rolling Stone

 

LAS SATANICAS MAJESTADES.

 

Netflix estrenó hace poco aquel Concierto de los Rolling Stones en América Latina. México entre esa gira. Una gira llamada. Olé, Olé, Olé, muy emotiva, con las actuaciones en países nuestros, donde el idioma nos une. Y la rematan en Cuba, en la Habana, donde Mick Jagger y los otros viejitos quisieron llevarles el rock and roll que ahí ha estado vetado desde que los barbones llegaron ya, y llegaron bailando rica-cha. EL concierto fue gratis. La gente en la Habana, en su pobreza lacerante, no tendrían dinero para ver un concierto de esos niveles, sobre todo que se reunieron más de 500 mil cubanos guapachosos, que lloraba, bailaban y reían disfrutando a sus Satánicas Majestades. Coincidió ese concierto, un 25 de marzo de 2016, presente lo tengo yo, con la llegada del presidente  Barack Obama a Cuba, cuando fue a ver al sobreviviente hermanito Castro. Revivo esa gira en el diario El País. Satisfacción a la cubana. Llegaron, tocaron y pusieron locos a los cubanos. Nunca ninguna banda de ese tamaño llegó a la Isla, el veto y la prohibición al rock and roll era genuino. Un afamado escritor, Leonardo Padura, comentó: “Por la puerta que saldrá Obama entrará Mick Jagger y por la que salga él entrará Chanel. Toda una revolución,  un acto de reparación de una injusticia histórica con los Beatles y los Stones. Mi generación los escuchó casi a escondidas. Sonaban de vez en cuando en la radio, poco y mal, y no se televisaban. Si alguien me hubiese dicho cuando era adolescente que algún día el grupo británico pudiese actuar en mi país le hubiese dicho que era un enfermo mental sin causa posible de reparación”. Así las cosas.

 

AQUELLA CUBA

 

Para quienes alguna vez en la vida hemos visitado Cuba, el filme deja ver la pobreza de sus viviendas, uno pensaba que con el cambio, con la jubilación de los viejitos Castro, uno por muerte, el otro por inanición, y con la llegada de un presidente interino, puesto por ellos mismos, las cosas cambiarían. Pues no han cambiado. Mantienen aún los autos viejos de los 50s y en ese filme se entrevista a un maestro mecánico explicando que, desde el boicot americano, un octubre de 1960, no cuentan con ninguna pieza de repuesto para los Ford y Chevrolet y que con su ingenio ellos lo hacen. La música los pone alegres, en la secuencia de la cinta se les ve bailar. Formar fila por sus alimentos. Es una lástima que llegaron nuevos dirigentes y aún los mantienen en ese comunismo que solo a ellos, a los dirigentes, les convence. Cuando Cuba se abra al mundo, cosa que a lo mejor verán otras generaciones, volverán a llegar los grandes personajes, son ellos mismos los cubanos herederos de aquellos Tres Patines, los que llegaron a Miami a hacer una buena televisión, y a dirigir empresas de primer nivel, porque si algo tiene el cubano es que es gente lista y gente preparada, también se abrirán las grandes alamedas, como decía el presidente Allende, para que salgan tantos y tantos beisbolistas que allí están en espera de una oportunidad para ir a demostrar al mundo que ellos si batean arriba de los 300, no como presume AMLO hacerlo un su parque tabasqueño. En fin. Y no toco a los grandes novelistas, como Padura, heredero de aquel gran autor de Tres tristes tigres, Guillermo Cabrera infante, que con Castro llegó animado cuando la Revolución y cuando veía que el camino se torcía hacia el comunismo, y los rusos en Playa Girón eran los que mandaban, le abandonó hasta su muerte en Londres. Jamás regresó a pisar la Isla. El AntiCastro, le llamaban, y él admitía que lo era. En 1965, con el premio Biblioteca Breve en el bolsillo, el novelista regresó temporalmente a su país para asistir al entierro de su madre. Después de aquello nunca más volvería. Ganó el Premio Cervantes y los Reyes de España se lo entregaron. Murió en Londres, en 2005, a los 75 años. Añorando a su patria querida.

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