INDIRA EN ORIZABA

ACERTIJOS

Por Gilberto Haaz Diez.

 

INDIRA EN ORIZABA

 

Leo en Wikipedia que Veracruz tiene 5 senadores de la Republica, ninguno del PRI. Dos morenistas, la Nahle (su suplente) y Ahued, dos panistas: Rementería y la talentosa Indira, que no es Ghandi, pero de ahí debe venir su nombre por la legendaria Indira, y uno por Movimiento Ciudadano, el dueño, Dante Delgado Rannauro, el Kojack de Veracruz. De todos esos cinco, solo Indira de Jesús Rosales San Román (Veracruz, 30 de septiembre de 1987), y Dante un poco, han levantado la voz en defensa de las Estancias Infantiles, que el presidente AMLO como mago Mandrake desapareció de la faz de la tierra, porque sus pistolas tronaron así. La senadora llegó invitada a Orizaba a un evento llamado ‘Dialogo con mujeres líderes’, por la regidora panista del Ayuntamiento, Ana Teresa Herrera, Expuso Indira el daño terrible al desaparecer las Estancias Infantiles, donde en Orizaba no habrá ninguna.  300 mil niños quedan sin atención, no solo del cuidado, del alimento y del estudio, solo porque una mañana el presidente amaneció enojado y tiraron números malos, como los tiró el Chúper Delegado, Huerta Ladrón de Guevara, que inventó números malos para congraciarse y justificar la medida, que hablaba y hablaba, paroles, paroles, de cosas que no eran ciertas para justificar esos cierres brutales. Muchos de los que votaron por ellos ya se arrepintieron. Indira dijo que de los 1600 pesos bimestrales que les darán a los padres, Orizaba no está incluida. Ufffff, y recontra ufff. Gracias Indira, por preocuparte por esos niños y por las personas que ahí trabajan y por los padres y madres, lo que no han hecho Rocío Nahle (su suplente) y Ricardo Ahued, gachos.

 

LA ALEMANIA DE HITLER

 

Alguna vez de un tiempo no muy lejano, pero no tan cercano, anduve y andé por Berlín. La capital de Alemania. El ignominioso Muro de Berlín había caído hacía años. Lo derrumbó el Papa Juan Pablo Segundo con su política pacifista y amorosa. Y la economía, que se derrumbó desde aquel tiempo en que el presidente Reagan le gritó a Gorbachov: “¡Tire ese Muro!”. Las tiendas de souvenirs vendían en sobrecitos exprofesos pedazos de ese Muro, para que uno los conservara como reliquia antigua cementera. Guardo aún un par de ellos. En los quioscos de ventas de periódicos, sobresalían fotografías en blanco y negro antiguas de la Berlín de la Segunda Guerra Mundial, cuando había sido bombardeada indiscriminadamente. Nada quedó en pie. Solo una reliquia de una parte de iglesia, que aún conservan toda deteriorada. El Muro, ahora trazado por una raya que enmarca el estrecho tan largo en que lo habían construido los rusos, era de 45 kilómetros que dividía Berlín en dos y 115 kilómetros de las dos alemanias, separaba a los malos y a los buenos. Había en ese tiempo en la ciudad, grúas imponentes que reconstruían todo, tal y cómo había estado en tiempos grandes. Me hospedé por suerte en el hotel Adlon, el de la calle Unter den Linden. Majestuoso. Uno se hospeda con suerte, porque a veces no se conoce la calidad de los hoteles. Este era de cinco estrellas y estaba a cien pasos de la Puerta de Brandenburgo. En los anuncios de la tele del hotel, proyectaban el esplendor del mismo cuando la alta jerarquía de los alemanes, incluido Adolf Hitler, lo tomaban como sede de eventos sociales. Era común ver a Hermann Göring, Borman, Goebels, Himler y todo el staff de malosos que guerreaban con quiénes se les ocurrían o se les ponían enfrente. Cuando paseábamos por la ciudad, una guía polaca, rubia y bella y alta como todas ellas, explicaba en perfecto español esto y aquello. Le pregunté de Hitler y palideció. Hitler era como apestado. Ni se le mencionaba ni nada. Evadió la pregunta, me dijo de sopetón: de eso aquí no se habla. Atrás del hotel, un Memorial a los judíos caídos se inauguraría un año después. Nada de esa grandeza del arrollador ejército alemán. Una estatua de un soldado ruso enmarcaba cerca de la línea divisoria donde está fija la embajada rusa. Nada de los grandiosos desfiles del nazismo, que eran de una belleza contagiosa, como demostró la cineasta Leni Riefenstahl, video que he comprado en México. Los campos de concentración nazi no estaban allí. Escasamente unas pequeñas ruinas donde, aseguran, metían a los disidentes. Ahora toco el tema porque en Berlín, desde se inauguró una exposición: ‘Hitler y los alemanes’. Hay generaciones nuevas que sólo conocen los capítulos por la historia. El Führer ha despertado tanta expectativa en su capital alemana, que más de 250 mil personas han visitado esa exposición, que se prolonga todo febrero. Y el libro Mi Lucha (Mein Kampf) se vende por todos lados. No exhibieron objetos personales de Hitler, porque temen que los neonazis, que son bien locohones y revoltosos como los maestros de la CNTE de Oaxaca, los tomen como reliquias y banderas para arrancar la Tercera Guerra Mundial. Ni tampoco colgaron las grandes banderolas-estandartes de la svástica, que lucían majestuosas en los desfiles militares cuando exhibían el famoso paso de ganso. Signos de estos tiempos.

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