AQUELLOS RELATOS / Gilberto Haaz Diez

*Una de las mejores frases de libros se encuentra en el Quijote, que nos señala que el deseo mueve montañas de instantes y el amor mueve cordilleras de vida. Camelot.

AQUELLOS RELATOS

La vida es la ruleta en que apostamos todos, diría el poeta cantor. Uno escribe dónde puede, yo mero, por ejemplo, comienzo a escribir cuando me doy un regaderazo (una ducha, diría un español), ahí preparo lo que escribiré al llegar a mi oficina y tener el tema, porque para el escribiente solo basta tener el tema y de ahí partes. Aunque Borges decía que ‘uno es lo que es por lo que lee, no por lo que escribe’, porque escribir, cualquiera, y leer se vuelve uno selectivo. He comprado libros desde que tengo uso de razón. En los libros está todo, ahí aprendes, ahí te enseñas a no tener faltas de ortografía, los libros son una escuela del saber. Como bien decía El Principito: “Las palabras de los libros son como gotas de lluvia, elegidas para que nuestra mente se llene de pensamientos, escogidas para que nuestro corazón recoja un arco iris de emociones… Y cuando te hayas consolado, te alegrarás de haberme conocido”. Guardo en mi biblioteca, que alguna vez, cuando éste escribiente entregue el equipo, mis libros van a ser donados a la Biblioteca Municipal de Orizaba (algunos ya los tienen mis hijas), porque bien decía un escritor, creo que Arturo Pérez Reverte, que no se debía tener una biblioteca porque libro que se lea libro que deba regalarse, para que otros abreven el saber. Tengo libros que me han costado desde 40 de los viejos pesos mexicanos, de todo, desde los clásicos rusos hasta los de Gloria Trevi, cuando anduvo en sus líos. Y de años para acá, me he inclinado por los escritores españoles, esos que también escriben como columnistas en El País y El Mundo de España, cuando entro a esa tienda del Corte Inglés de la calle del Carmen, ahí los veo, ahí los espío, ahí compro ya no tantos, porque ahora los pesos de las maletas los empleados de las aerolíneas te ejecutan si te pasas un kilo, ahí te ponen a que le bajes peso y hay veces que ahí lo tienen a uno encuclillado sacando los calzones delante de todos, para reducir el peso de esa maleta que, si lleva libros, lleva sobrepeso. Un tiempo los compré en Internet a esa madrileña tienda del Corte Inglés. No es caro el envío y te evitas cargarlos en la maleta. Hablar de que libros te han marcado, es difícil, corre uno el riesgo de que te ocurra lo que a Peña Nieto, cuando en la FIL de Guadalajara como candidato en 2011 se atragantó y encamotó con tres libros que no supo mencionar. Y se quedó en vergüenza como un candidato iletrado, inculto, fue su primera andanada que le llegó. Hasta una entrevista ficción le fijaron: “Estamos frente al candidato X para hablar de literatura: ¿Ha leído los libros de Octavio Paz? Los libros no, pero lo sigo en el Twitter. Le recomiendo que lea Salamandra. Ése no es libro, es canción y ya la oí, es de Miguel Bosé. Me imagino que de adolescente leyó De perfil. No, yo siempre he leído de frente. ¿Le gusta cómo escribe José Emilio Pacheco? Pues, no escribe mal, pero creo que sería mejor que escribiera en sus cinco sentidos. Por último: ¿Actualmente, qué libro está leyendo?: Ensayo sobre la ceguera de José Feliciano”. Uffffff.

LOS AMIGOS PRESIDENCIALES

El presidente Miguel Alemán Valdés estudio en Orizaba, la primaria en la escuela Modelo y Manuel M. Oropeza, una placa en la orizabeña calle Colón, da cuenta de que allí anduvo en las aulas. Años después, muchos años después de ser presidente le fijaron una placa de bronce que hasta la fecha sobrevive, no como una de Javier Duarte que le pusieron en el Teatro Llave y cuando cayó en desgracia el mismo Ayuntamiento la retiró. Ahí mismo estudió también otro famoso, Francisco Gabilondo Soler (Cri-Cri), el Grillito Cantor. Alemán dejó en aquel tiempo amigos en esta tierra chayotera. Se conocieron anécdotas de ese tiempo. Cuentan que un día en campaña se encontró al amigo de pupitre, no sé si le habrán dicho el Chompiras, o algo así. El presidente le saludó con afecto, le dijo que cuando estuviera de presidente fuera a verle. Eso hizo, un día sacó sus ahorros y se compró un boleto del ADO, de esas rutas que hacían 9 horas para llegar de Orizaba a México. Se presentó en Palacio Nacional, un ujier del estado Mayor presidencial lo hizo pasar. Cuando regresó con sus cuates en Orizaba, inquietos le preguntaron cómo le había ido. ‘Me fue de la madre’, expresó. ¿Por qué?, preguntaron asombrados. ‘Me ofreció trabajo y yo quería una aviaduría’.

LA OTRA ANECDOTA

En esa misma gira el otro amigo de banquillo de escuela, se le acercó y Alemán le preguntó en qué quería trabajar con él. En nada, le respondió, para asombro del candidato. Solo quiero, le dijo, que cuando vengas como presidente rompas filas y te acerques a saludarme, con eso. Eso fue bastante, las pocas veces que le vio Alemán rompía filas y se acercaba a darle un abrazo. Ese amigo se convirtió en poderoso, con influencias para ser recibido por los secretarios alemanistas y hacer favores y negocios, como se estilaba.

Oh esos recuerdos.

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