SALVAR EL HONOR MILITAR / Joel Vargas.

SALVAR EL HONOR MILITAR

Joel Vargas.

En el sexenio de Felipe Calderón y en lo que va del presente, El Ejercito Mexicano ha sido atendido con una especial diligencia, tanto en el incremento de salarios como de prestaciones sociales nunca antes concedidas, además de decretarse ascensos merecidos o no, a miles de oficiales que engrosan las largas listas de capitanes, coroneles y generales, cuyas percepciones económicas superlativas, no guardan el equilibrio social entre los millones de pobres que están invadidos de penurias. En los momentos actuales, el Ejército está convertido en importante bolsa de trabajo. Muchos jóvenes que deambulan por un empleo sin lograrlo, ocurren al Ejército, en donde son aceptados con requisitos mínimos.

 

Don Jesús Reyes Heroles, que nunca pudo ser Presidente de la República, pero que como un transformador nato, por su clara inteligencia y su patriotismo, tuvo que ver casi con todo lo que era la evolución social y política del país, expresó en una fecha conmemorativa del Ejército, que esta institución era el pueblo pobre armado de México. Sin duda que así es, la gran observación de este ilustre ciudadano nos obliga a reflexionar sobre el gran poder del Ejército Mexicano. En la parte baja del Ejército, en el nivel raso, los soldados casi al cien por ciento, son mexicanos pobres atenazados por la pobreza que no encontraron otras salidas que el trabajo del instituto armado. Es posible que por ahí se den algunas vocaciones, pero en todo caso, serán las mínimas.

 

Esto significa que el verdadero poder de la nación radica en el pueblo, pero fundamentalmente, el operador de ese gran poder es el Ejército Mexicano, por su disciplina, obediencia y patriotismo. Ningún partido político, ningún grupo o corriente política nacional tiene gran poder como lo tiene el Ejército, un poder sometido, sí, en las catacumbas siniestras de la corrupción cuidando el oropel de los falsarios, de los que se llaman patriotas sin serlo. El Ejército no está formado por imbéciles. El gran sector de la oficialidad, en los últimos tiempos, ha venido observando cómo sucesivas generaciones de políticos se han enriquecido a la sombra de un poder espurio, cómo se turnan el poder para robar y aniquilar a la patria, y ellos, fusil en mano, cuidando a los ladrones. Parece que llegó la hora de la dignidad del Ejército, según declaraciones de altos cuadros de mando que ya hasta reniegan de su Comandante Supremo.

 

El Ejército Mexicano puede tomar el poder cuando así lo decidieran circunstancias graves en que la soberanía y la sobrevivencia de la patria lo exigieran. Existe, para fortuna del pueblo pobre, la Universidad Militar, la concreción histórica de ese gran mexicano, Joaquín Amaro, estructurador del Ejército y su visión de profesionalizar la carrera militar a través de un H. Colegio Militar. La Universidad Militar imparte todas las carreras que se pueden dar en algunas otras Universidades públicas o privadas. Todos los años se gradúan médicos militares, abogados militares, administradores militares, contadores militares, economistas militares, doctores en comunicación y en cibernética. Están mejor preparados que muchos civiles que ejercen el poder, son productos del honor, la disciplina y el patriotismo.

 

 

Los civiles que ejercen el poder y que están aniquilando la patria lo saben, por ello son complacientes con el Ejército, pero resulta que el honor militar no descansa en el dinero, sino en el profundo sentimiento que concede el verdadero patriotismo. Los militares están educados en el honor y esa dignidad se derrama en el paraninfo de sus instituciones. No están educados para robar o para mentir. Se guían por la verdad, esa verdad que no se encuentra en la podredumbre de las instituciones caducas, echadas a perder desde hace varias décadas.

 

En muchos países del mundo, cuando los civiles se declaran incompetentes para conducir el poder o, aunque no lo declaren, sencillamente que se observe y se sienta, por sus efectos, el doloroso proceso de regresión, de pobreza y de hambre, han sido los militares bien preparados los salvadores en esas aristas de peligro. Los civiles en México, los poderosos dan señales de agotamiento. Y en este espacio de la historia en que los civiles en el poder se nutren de flaquezas; en que la economía deprimida presagia mayores sufrimientos y en que el neoliberalismo, la macroeconomía, las privatizaciones y el remate de empresas vitales se están dando, sólo queda la fortaleza y el honor de los soldados.

 

Con el escándalo perverso en los días que corren, ante la evidencia de los hechos y la confesión sin recato del colombiano Andrés Sepúlveda, de haber cobrado 600 mil dólares para cometer el fraude cibernético más criminal y antidemocrático para llevar a la presidencia de la Republica a Enrique Peña Nieto, es el Ejército el único baluarte nacional para hacer valer la institucionalidad republicana. Resulta que Peña Nieto es un presidente “legal pero ilegítimo.”

 

El Ejército posee el armamento físico para defender la patria. No es concebible que el honor militar se arroje a las miasmas pestilentes de la podredumbre. El poder público en México es una amenaza; más, cuando se están aprobando leyes para castigar el derecho de reunión o el derecho inalienable de la protesta social. El poder en manos de civiles se encamina hacia una dictadura abierta para acallar el hambre y el sufrimiento del pueblo. Repito y entrecomillo: “Habrán muchos presos políticos y más criminales en el poder”.

 

La única arma que tiene el pueblo es su credencial de elector con ella puede darle un revés al autoritarismo, a las reformas criminales, a la ilegalidad del poder ejercido, a la corrupción y a la impunidad cómplice. Sacar a los corruptos del poder a punta de votos.