A los maestros de Veracruz, por su talento y su perseverancia.

Uno de los temas que más ha polarizado a la sociedad mexicana en este proceso electoral es precisamente el rumbo que debe seguir la educación pública en México. Y esta división obedece a que hay dos caminos muy claros a seguir: continuar con la reforma educativa o rechazarla y plantear un nuevo modelo, que dicho sea de paso, aún no sabemos en qué consiste.

Quienes ocupamos un cargo de representación popular tenemos la obligación de plantear, sin ambigüedades, cuáles son los valores y principios que estamos dispuestos a defender respecto de la educación de los niños y jóvenes de México.

Y este es el momento adecuado al menos por tres razones: estamos por concluir el último ciclo escolar con el actual modelo educativo; del resultado electoral dependerá el futuro de la educación en el país; y mañana celebraremos el Día del Maestro.

Más allá de los matices y propuestas específicas, el planteamiento que se ha hecho en este proceso electoral se centra en la reforma educativa; para muchos mexicanos, se reduce a tres aspectos específicos: a la evaluación magisterial, la relación laboral –donde se incluyen el manejo discrecional de plazas docentes y el descuento a maestros faltantes-, y al conflicto social con algunas secciones de la Coordinadora y el sindicato de maestros.

La reforma educativa tiene un origen. Hay que reconocer que la enseñanza en nuestro país padece casi todas las enfermedades posibles a causa de una frágil relación de las autoridades educativas con los sindicatos, padres de familia y alumnos. A pesar de que destinamos uno de los mayores presupuestos del mundo a educación, los índices de aprovechamiento escolar están entre los peores.

El problema educativo es tan grave, que el promedio escolar de nuestros estudiantes está debajo del de algunos países que se encuentran en “bajo desarrollo”. Los mexicanos cuentan con una escolaridad promedio (años que los adultos han estudiado) de 8.5 años, lo que significa que la mayoría de los mexicanos no terminaron la secundaria.

Pero, ¿qué hemos obtenido hasta ahora de la reforma educativa? El nuevo modelo de educación es una estrategia que busca abandonar el rezago de la educación pública a nivel mundial. Hoy, muchos de nuestros niños y jóvenes tienen carencias muy importantes en matemáticas o en ciencias, leen poco y lo poco que leen, no lo entienden.

Entre los temas centrales del nuevo modelo educativo en el país, se establece una serie de nuevas materias que integrará aprendizajes clave, la incorporación de actividades artísticas, deportivas, de regulación emocional y de valores de convivencia. Así, maestros y padres de familias podrán decidir con un margen importante de autonomía qué es lo que necesitan enseñar y qué desean aprender.

Este será el último ciclo escolar en que los alumnos trabajen con un modelo educativo obsoleto, que no socializa el conocimiento sino que sólo establece en método de repetición para el aprendizaje.

El martes pasado se celebró el Foro “10 por la educación” organizado por distintos organismos de la sociedad civil vinculados con esta materia. En el evento, José Antonio Meade planteó su proyecto educativo para el país una vez que sea Presidente, en el que destaca el aumento de 25 mil a 100 mil escuelas de tiempo completo, con comedor y en donde nuestros hijos además aprendan inglés, arte, cultura y hagan deporte.

Ofreció que reconocerá el esfuerzo de las y los buenos maestros con un aumento real y significativo en su salario base. Habrá además una cobertura universal de preparatoria y se garantizará un lugar a todo el que quiera acceder a la educación superior, asignando el mayor número de becas en la historia del país.

De Andrés Manuel López Obrador no se conoció su propuesta. En lugar de asistir a este foro, decidió presentar su decálogo por la educación ante las secciones sindicales de la CNTE durante una visita a los estados de Chiapas y Oaxaca.