LA UPAV DEBE LLEVAR EL NOMBRE “MAESTRO GUILLERMO HÉCTOR ZÚÑIGA MARTINEZ” POR FELIPE BUSTOS GARCIA

VIVIÓ entre nosotros, destacó por su iniciativa y su inquietud permanente por CREAR, CONSTRUIR, EDIFICAR instituciones que abarcaron desde aquella que se construye con la etérea y volátil imaginería de la palabra que brota del conocimiento pacientemente adquirido, la inspiración y el sentido correcto y preciso al hablar y acertar en su expresión simbólica, elevada al rango de inspiración y motivación que busca LA VERDAD en el discurso preciso y su sustentación lógica y filosófica, hasta aquellas que se materializan en construcciones portentosas y abrigan entidades sustento de un sistema y un Estado.

Se construyó a sí mismo en la edificación elevada del lenguaje y la palabra y en esa creación personal de su ser individual e indiviso, alentó e inspiró a otros muchos, muchísimos más, a buscar en sus interiores existenciales para encontrarse a sí mismos en la expresión oratoria que eleva y construye sueños posibles.

Aquél sería su principio como guía de HOMBRES, que fuera su misión más elevada.

Su equipo de trabajo siempre sería de miles. Repartía la responsabilidad entre aquellos más cercanos involucrados en su pensamiento y su ideología social, siempre constructiva, pero su labor sería siempre como la ola que rebasa el suelo, el aire y el ambiente para impactar como un tsunami en las conciencias de sus contemporáneos, sembrando semillas fértiles y abonando el suelo para que FRUCTIFICARA AL FUTURO GENERACIONAL DE SUS PAISANOS.

AMÓ INMENSAMENTE A SU VERACRUZ y a su Patria toda, JAMÁS SE encerraría en los espacios convergentes ni en las ideas acabadas y transmitidas como guías hechas. Siempre y en toda su caminar, GUILLERMO HÉCTOR ZÚÑIGA MARTÍNES sería original y absolutamente leal a sus principios.

Como el gigante UNAMUNO, todo su caminar DIALOGÓ CON LOS MUERTOS. Jamás dejó de departir con los filósofos del mundo, su lectura y aprendizaje formativo estaría en todas sus vivencias. Sus testimonios escritos lo delatan.

DIALOGÓ PERMANENTEMENTE CON LOS VIVOS. Ser social compartido, su aprendizaje cotidiano sería el estar atento y escuchar con interés el pensamiento de los demás. Costumbre filosofal sería el caminar siempre del lugar donde tomara su primer alimento hasta la oficina, jamás dejaría de saludar al bolero, al chacharero, al amigo, al vecino, al conocido que se le acercaba a plantearle sus inquietudes, sus dudas y sus propuestas. EL MAESTRO LES ESCUCHABA, caminaba, volvía a escuchar y meditaba. CAMINAR A SU LADO EN ESOS INSTANTES, era reconfortante y un alimento de sanidad e inspiración para cualquiera que lo hacía Y LE SEGUÍA, contagiado de su entusiasmo por tocar la vida y recibir de aquellas muchas manos que le saludaban y le deseaban de corazón el buen día, la inspiración que aspira, sin presunción alguna, a ser vector de solución de aquellos los múltiples acasos y quisiera de la población.

A diferencia, sin embargo, de aquel sabio español, de apartar la tercera parte de la existencia PARA SÍ MISMO, ZÚÑIGA MARTÍNEZ ALCANZÓ LA SABIDURÍA SUPREMA DE NO DEJAR DE ESCUCHAR, Nunca de CONVIVIR NI DE DIALOGAR, Y AÚN ASÍ, TENER SIEMPRE ESPACIO para sí mismo y lo que se construye en la intimidad de los afectos, lo supremo tal vez de quien existe: LA FAMILIA.

Así, su seno familiar ha sido SU PRINCIPAL Y MAS PERFECTA CREACIÓN. Su esposa le acompañaría siempre en su tarea de multiplicar los panes y repartir las bondades recibidas en su oficio de responsabilidades adquiridas y sus hijos le condecoraron con el afán cumplido de formarles a la sombra de un cuidado amoroso y constante compensándole con la amorosa lealtad y cumplimento a su empeño y ejemplo.

Escribió y dejó su testimonio personal de lo que pasa y pasará, pues su ejercicio de escritor sería siempre el de la construcción previsible.

Recibió y repartió afecto, se realizó como un excelente práctico de la profesión y sus aptitudes y vocación se concretaron como un servidor público eficaz y honesto. PERO EN LO QUE MEJOR SE CONCRETARÍA SU ASPIRACIÓN DE VIDA, SERÍA, SIN DUDA, EN SU MAGNÍFICA TAREA DE MAESTRO.

Levantó instituciones y creó espacios para la realización del HOMBRE.

De allí que jamás podremos decir que HAYA MUERTO. GUILLERMO HÉCTOR ZÚÑIGA MARTÍNEZ estará siempre allí, donde exista un alumno y un maestro buscando la verdad y la mejor manera de expresarla Y HACERLA PRODUCTIVA. De encontrar afanes nuevos para la realización del individuo y el perfeccionamiento personal del ciudadano.

SU MÁXIMA LABOR, quizá la más elevada por su ámbito social y cultural extensivo, de rescate convivencial de las generaciones interactuantes en el momento, para reactualizarlas y hacerlas partícipes del conocimiento, la ciencia y el futuro que se van construyendo en los espacios científicos del mundo, siempre en el afán de construir un mejor VERACRUZ Y UN MÉXICO moderno, sería LA UNIVERSIDAD POPULAR AUTÓNOMA DE VERACRUZ, alma mater ya de miles y miles de personas, hombres y mujeres, de todo el país y de muchos de nuestros hermanos en el destierro allá en los Estados Unidos y Centroamérica.

Universidad nacida en la inspiración de dar al pueblo un punto de referencia entre la vida que se sueña y la que puede construirse, y la posibilidad infinita de recrear el mundo y nuestra propia originalidad todos los días, DEBE –por voluntad de todos aquellos quienes en su momento recibieron un bien espiritual del maestro, LLEVAR EL ADELANTE EL NOMBRE DE “MAESTRO GUILLERMO HÉCTOR ZÚÑIGA MARTÍNEZ”.

No podemos sino hacerlo en memoria de quien diera a Veracruz la honra de nacer en este bendito suelo Y EXISTIÓ Y VIVIÓ PARA ENGRANDECERLO.

23 de Abril de 2015