Duarte, el anti Cid

CAMALEÓN

Duarte, el anti Cid

Pareciera sevicia recurrente traer a relación el caso de Duarte de Ochoa cuando en la agenda pública imperan temas de mayor actualidad, pero resulta que convoca a reflexión el caso de quien fuera titular del Poder Ejecutivo veracruzano entre 2010-2016 por las circunstancias que rodearon su incrustación en la política veracruzana y marginalmente en la nacional. Desde el enfoque político y humano este tema sugiere ánimo comparativo porque da oportunidad de evocar experiencias históricas del género humano.

El Cid Campeador, cuenta la leyenda, ganó batallas aún después de muerto, son épicas sus hazañas y heroica su gloria, pero Duarte como ex gobernador y encarcelado habrá podido comprobar ya que el Poder afecta a los débiles y hasta al más pintado, que es, como decía Kissinger, un afrodisiaco para las mujeres y miel para quienes aspiran a conquistarlo. Duarte tampoco podría compararse con Sancho, el de la Ínsula Barataria de El Quijote, porque a este se le concedió la oportunidad de aprender a gobernar y supo de lo débil de la condición humana ante los influjos del Poder, frente al cual puso  sabiduría de por medio y evadió convertirse en su víctima. Tampoco pudiera equipararse con el Rey Midas, aquel que convertía en oro cuanto tocaba, porque el exgobernador convirtió en desintegración familiar su fruición por el oro. Recuerda más bien a Craso, el rey lidio que sintiéndose poderoso resolvió emprenderla contra Ciro, el legendario rey Persa, quien lo hizo su prisionero y lo mantuvo a su servicio por largos años. Así terminó Creso, quien durante su reinado presumía a quienes visitaban su reino las riquezas acumuladas como si estas fueran fuente de felicidad.

Esta reminiscencia no es lúdica, aunque sirve para reflexionar sobre una etapa en la historia de Veracruz que por sus implicaciones es digna de ser modelada en narrativa novelesca, de la vida real, que transpire enseñanza sobre el deber ser y el no ser. Javier Duarte es un caso para la reflexión en aquellos que desean incursionar en la política, es un libro abierto para abrevar experiencias y no ser víctima fácil de los efluvios del poder.

¿Es Duarte de Ochoa una víctima del poder? Sin ánimo de excusarle  culpas y condenas bien merecidas, todo indica que así es, aunque no menos que la población veracruzana a la que esquilmó.

A estas alturas de los acontecimientos para nadie es un secreto que Duarte de Ochoa no es un hombre dotado para el servicio público pues carece de sensibilidad social y vocación de servicio, prendas que adornan a un político auténtico, y cuando fue encumbrado a la cúspide del poder veracruzano nada indicaba que tuviera experiencia para gobernar esta entidad, una de las más complicadas de la federación mexicana. Pero las circunstancias políticas de México se acomodaron para que cada gobernador impusiera sucesor a modo y Fidel Herrera lo escogió con tal exactitud que, pudiera asegurarse, es lo único que le salió bien, aunque esa decisión llevara implícita la mala fortuna de los veracruzanos.

¿Vio Fidel Herrera en Duarte de Ochoa cualidades para gobernar Veracruz? No era esa una de sus premisas fundamentales cuando buscaba a quien le sucediera para cubrirle sus desarreglos administrativos y financieros, plenos de corrupción; buscaba impunidad y la encontró dejando un sucesor a modo que cargara con sus culpas, tal cual sucedió. En esa sucesión no se privilegió el interés de los veracruzanos, fue una maniobra en defensa propia, se buscaba una víctima y allí se encontraba Duarte.

Y ya en el gobierno, el Poder hizo lo suyo: ensoberbeció al circunstancialmente recién encumbrado, que sin inspiración política ni malicia para actuar con prudencia pronto fue reclutado por la elite gobernante y lo convirtieron en un abastecedor, que ilusamente él interpretó como su incorporación a los grupos de poder nacional, en su prístina inocencia no se percató que compraba status político a través de “amigos” a quienes solo interesaba el peculio que tenía a su disposición. Ya estaba obnubilado, oyó el canto de las sirenas y quizás se sintió a la altura de Richelieu o de Mazarino.

Sí, Duarte es víctima de su impericia y sus circunstancias, mismas que lo colocaron en la encrucijada histórica de Veracruz porque su mala fama contribuyó a cristalizar una alternancia política y es objeto recurrente de proyectos electorales, su nombre no inspira leyendas como las del Cid Campeador, ni aportaría enseñanzas como las vivió Sancho, pero su comportamiento es la antípoda del deber ser; es ariete que sirve para golpear al partido que sirvió de marco a su escalada hacia el poder; es la antítesis de Sancho cuya sensibilidad e innata inteligencia lo libraron de caer en la estulta vanidad que da el “pinche” poder y porque su vocación era obedecer y servir; a contrario sensu durante seis años aquí nada se hizo desde un gobierno de improvisados, prestos a enriquecerse tomando el erario como botín. Y en esas andamos.

alfredobielmav@hotmail.com

13- abril-2018