Escoger: entre el peor y el menos peor / Eugenio Vázquez Hernández / Desde el Tribunal

Escoger: entre el peor y el menos peor
? Eugenio Vázquez Hernández | Desde el Tribunal
? Miércoles 25 de octubre de 2017
? De acuerdo con la Carta Magna, hasta hace poco tiempo los partidos políticos eran los únicos canales a través de los que podía obtenerse un puesto de elección popular. Vino después la reforma a que dio lugar el conocido caso de Jorge Castañeda, es decir, nacieron las candidaturas independientes y fue así como llegó al gobierno de Nuevo León Jaime Rodríguez el Bronco; aunque para el caso de la presidencia de la República el proceso electoral federal en curso es la primera oportunidad. Esto ha dado lugar al inaudito fenómeno de que se hayan inscrito ante el INE, hasta el martes anterior, ¡47 aspirantes! Mueve a hilaridad, pero es un dato oficial. Desde luego, para que el nombre de alguno de ellos llegue a figurar en las boletas electorales, se requiere que el aspirante acredite ante el INE haber recolectado 886 mil 593 firmas, que al paso que van la meta no se ve ni cerca ni fácil. Por ejemplo, la puntera, Margarita Zavala —cónyuge del expresidente Calderón—, al día de antier llevaba solamente 13 mil 303 firmas.
Pero supongamos que algunos de estos “independientes” cumplan amén de los demás con el citado requisito, y que sus nombres aparezcan en las boletas electorales. Aunque para la prueba de fuego, el día de la elección se ve casi imposible que lleguen a contar con la estructura indispensable para obtener el triunfo. Por lo tanto, el futuro presidente de la República saldrá de los candidatos que nos presenten los partidos, “frentes” o meras franquicias electorales como el PT con sempiternos dirigentes o administradores. Es decir, volveremos a elegir entre el peor y los menos peores. Pero no hay de otra: no votar o anular el voto equivale a un suicidio político, socavar el andamiaje institucional y seguir como hasta ahora, o peor.
Como quiera que sea, somos ricos en opciones, aunque la que elijamos no tenga éxito. A diferencia de Rusia por ejemplo, donde es Putin o Putin, y manifestarse en contra en las calles puede llevar a la cárcel. O Nicaragua, donde se hizo una Revolución para derrocar a un dictador y perpetuar en el poder a su dirigente, con la agravante que, en la última “elección”, impuso como vicepresidente a su esposa. Del caso Venezuela ya resultaría ocioso abundar; lo mismo que de Cuba, China y muchos más. No cabe duda que el poder no sólo corrompe, sino también enloquece, particularmente a quienes tienen más ambición que talento. O algunos ya llegan locos, como Trump.