¡Ganó la democracia, perdió el populismo!
A la luz de los resultados electorales —conocidos hasta el cierre del Itinerario Político—, parece inevitable la victoria de Alfredo Del Mazo, candidato del PRI en el Estado de México.
Y es que según el conteo rápido del Instituto Electoral mexiquense, el PRI aventaja con dos puntos la intención del voto, mientras que Morena no logró superar al tricolor, a pesar de que el candidato fue Andrés Manuel López Obrador, antes que Delfina Gómez.
A su vez, la tercera posición será ganada por el PRD, que aventaja con 7 puntos porcentuales al PAN, que no logró siquiera 15 por ciento de las preferencias.
Como queda claro —y a pesar de la ventaja del PRI—, también es cierto que el partido Morena se alza con una victoria incuestionable ya que, de golpe y porrazo —y solo en su primera elección estatal—, el partido rojo se colocó como la segunda fuerza en la llamada “joya de la corona”, en el Estado de México, entidad con el padrón más numeroso del país y que junto con la CdMx y Veracruz suman las mayores reservas de votos del país.
Otro ganador es Juan Zepeda, candidato del PRD, quien a solo dos meses de campaña, pasó de un perfecto desconocido a uno de los políticos con mayor carisma y crecimiento —y con mayor futuro—, además de que hizo “el milagro” de rescatar de la morgue a un cadáver político, el PRD, condenado a desaparecer y que hoy tiene grandes posibilidades para 2018.
Y los grandes derrotados son, en ese orden, Ricardo Anaya, el jefe nacional del PAN y “su pasaporte” para la presidencial de 2018, la señora Josefina Vázquez Mota quien, de manera inexplicable, pasó de ocupar “los cuernos de la luna” —la primera posición al arranque de la contienda—, a una humillante cuarta posición.
Es decir, que el PAN y su candidata mexiquense Josefina Vázquez Mota se volvieron a equivocar y cometieron los mismos errores que en la presidencial de 2012; no entender que el enemigo a vencer no era el PRI y tampoco Morena, sino el peligro de abrir la puerta al populismo que, en todo el mundo, amenaza a la democracia.
Y es que —si queremos ser rigurosos— en el Estado de México la victoria no es solo del PRI, tampoco de su candidato ganador Alfredo del Mazo y menos del presidente Peña Nieto, quien sin duda defendió su casa y su gestión presidencial.
No, lo cierto es que en el Estado de México la victoria fue de la democracia sobre el populismo; acudimos a la victoria de la razón sobre el fanatismo y al triunfo de la cordura social sobre la locuaz tendencia global que amenaza la democracia; el populismo.
En el Estado de México tampoco ganó el mejor candidato y/o el mejor partido. No, en la feroz contienda por el gobierno mexiquense —que en realidad es la primera vuelta de una elección que se definirá en junio de 2018, en una segunda vuelta—, ganaron las instituciones y la cultura democrática, a pesar de la guerra sucia y las provocaciones, a pesar de acusaciones y señalamientos encontrados sobre supuestas trampas y presuntos intentos de fraude.
Y es que en el Estado de México se jugaba —precisamente— cruzar o no el umbral de ese tobogán llamado “populismo”, y cuya meta es —en todo el mundo—, la destrucción de los pilares democráticos.
Dicho de otro modo, resulta que la madurez ciudadana —expresada por los electores mexiquenses—, derrotó el maniqueísmo que durante años sembraron manos y voces interesadas en la destrucción democrática y que pregonaban la derrota del PRI y la victoria de Morena, como condición sine qua non, para llevar a México y los mexicanos al mejor de los mundos.
Pero acaso las mayores victorias de la democracia mexicana —expresadas en el Estado de México— son aquellas contra dos de los mayores engaños de la supuesta izquierda mexicana que representa Morena; la derrota a la farsa de la honestidad valiente y el desenmascaramiento de los amoríos de Morena con la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.
En el primer caso, los medios dieron una lección sobre el periodismo de investigación, al exhibir las trapacerías de Morena, su dueño, gerentes y candidatos, al extremo de que con datos duros derrumbaron el engaño de la supuesta honestidad valiente de Morena y su claque. Hoy ese partido y sus líderes no cuentan más con la supuesta superioridad moral. Son igual o peor de corruptos que el resto de partidos y políticos.
Y, en el segundo caso, también los medios exhibieron pruebas contundentes de los inmorales amoríos de Morena y sus propietarios con la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Lo que aquí se denunció desde el nacimiento de Morena —los vínculos entre ese partido y la dictadura de Venezuela—, hoy se confirmó de manera contundente.
Por lo pronto, solo falta saber si las instituciones electorales tendrán la fortaleza para superar la crisis poselectoral.
Al tiempo.
Milenio