Alfredo del Mazo ganó la elección del Estado de México, de acuerdo al sistema de conteo rápido del IEEM que le dio la victoria con una ventaja de dos puntos sobre Delfina Gómez, de Morena.
Los resultados definitivos, no hay que perderlo de vista, se conocerán hasta el miércoles próximo.
Los contendientes tienen derecho, siempre dentro de la institucionalidad, a presentar todos los recursos de queja que consideren pertinentes.
La tarea es permitir que los organismos electorales concluyan el trabajo para el que fueron creados y que el resultado final refleje, con fidelidad absoluta, la voluntad ciudadana expresada en las urnas.
De eso se trata la democracia.
Voto útil
En la elección del Estado de México se registró una modalidad inesperada de voto útil.
Una parte del voto que perdió la panista Josefina Vázquez Mota se corrió al PRI para obstaculizar el triunfo de la candidata de Morena, Delfina Gómez.
Josefina cayó a un lejano cuarto lugar, que pocos imaginaban al inicio de la campaña en el Estado de México.
La vitalidad del candidato perredista, Juan Zepeda, y el maltrato de que fue objeto por parte del dirigente de Morena, López Obrador, que le disparó una ráfaga de ultimátum, constituye otro factor a considerar.
La elección del Estado de México deja, en efecto, muchas lecciones para el 2018. Ya veremos qué partido las aprende mejor. Tienen poco tiempo.
Incivilidad colectiva
Se pidió a partidos políticos y candidatos en todos los tonos posibles que no se adelantaran a las cifras oficiales para declararse ganadores o señalar perdedores en alguna entidad.
En otro desplante de incivilidad política muchos salieron a levantar la mano incluso sabiendo que habían perdido.
No les importó generar confusión, desgastar a los organismos electorales, crispar todavía más los ánimos.
Nada justifica su estrategia de engañar con alevosía. Que haya pasado antes es señal de que la lección no se aprende.
¿Esta vez los embaucadores también se saldrán con la suya?
Aprendiz
El Donald Trump que varios políticos mexicanos llevan dentro, en el caso de Enrique Alfaro, alcalde de Guadalajara, es muy poderoso.
Un Donald ramplón que al igual que el original no soporta la crítica. Quiere pontificar sobre el periodismo y divide a los medios entre buenos y malos.
Los buenos son sus cajas de resonancias, los malos los que ejercen la crítica.
Ahí queda registrado el exabrupto de Alfaro contra medios de Jalisco, incluido Crónica. Veremos con el tiempo si fue una impertinencia o el estilo personal de gobernar.
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La Crónica de Hoy